miércoles, 27 de mayo de 2009

En Blanco y Negro

El escenario regular de mis textos es la noche. No es de extrañarse que mi vida transcurra en gran parte durante las horas de sueño, mientras que mi sueño transcurra en gran parte durante las horas de vida. Pero es un detalle pequeño, nimio, insulso.

La noche, como venía describiendo, es demasiadas cosas (como todos y todas las cosas tenemos demasiadas dimensiones, cosa que ya aclaré bastante antes) como para definirlas todas. Tampoco me voy a detener a aclararla ni a hacer una Oda de ella, mientras no solo ya hice un reconocimiento a su influencia en mi, sino que voy avocándome a otra cosa.

Es raro hablar de la Noche, particularmente aquella noche, mientras escucho música tranquilamente en mi casa y me tomo unos mates; sobre todo, si consideramos que esta mañana es bastante lumínica y silenciosa (inclusive con la música, puede haber silencio) y la noche era estrepitosa y activa. Muy, muy activa.

Es increíble, cuando pasás revista a las acciones pasadas, como se desarrollan y se van hilvanando una y otra, las acciones y las emociones. Arrancás con una visita nocturna al humo y a las estrellas, seguís dando vueltas olfateando seres humanos, seguís dándole a la manija y te encontrás rotando alrededor de un fogón totalmente artificil, en una noche que grita Sabbath! con un cielo escarlata que te separa de los astros y la negrura del espacio.

Seguís, totalmente lleno de energía, danzando sin danzar (porque odiás bailar) sobre la música de la noche, la hermosa y gélida noche que te toca la cara con manos totalmente frígidas como las carras de un cadáver. Seguís, bebiendo el dulce nectar de la juventud con caricias de tu lengua y la de otros, y vas a ese abrevadero común junto a otros y sentís esa comunión con los demás, contigo mismo y con la eterna, breve y virtual noche.

Ahora estás solo, frenado en un punto determinado, y ves todo como en una postal o en un cuadro de cómic. Inclusive ves los tachones del dibujante y los sombreados mal hechos. La ciudad es un coloso de concreto que duerme y respira apenas, apenitas y sin hacer ruido. Todo está detenido, todo está completamente distante, todo... inclusive vos de vos mismo. El chasquido del fósforo te sorebsalta un poco, y expirás el humo mientras contemplás cómo el humo dibuja y desdibuja figuras en el aire. Inclusive podés verte a vos mismo, desde fuera, como si fueras solitaria figura del panorama, único árbol que quiebra la perfección de la llanura.

Un poquito después, solo un poquito, la óptica no cambió. Para nada difeerente, seguís siendo el único protagonista bizarro de esa tira que ahora está en blanco y negro, mientras te hacés un ovillo intentando derrotar al frío en uno de esos asientos. Esos asientos incómodamente blandos, esos lugares donde solamente uno puede mirarse desde lejos, mirar los vidrios empañados, mirar los rostros semidormidos o a medio despertar que intentan subirse a ese vehículo como vos.

De repente, algo se activa, algo te secunda. No es un sonido, no es un olor, no es un sabor... o quizás sí lo sea. Es eso, ese estímulo que estabas buscando, esa sensación que te estuvo persiguiendo toda la noche. La relacionás con una persona, un momento, una cosa. Pero ese estímulo estuvo toda la noche siguiéndote, y ahora lo sabés con la mejor certeza de todas. Ese espectro se te acerca, te toca la nariz con la punta del esquelético dedo y se aleja riendo. Porque huír, cuando la, lo sabés descubierto? Tiene gracia jugar a los disfraces, tiene gracia ver quien encuentra primero al otro. También tiene emoción, victoria y sangre. Tiene excitación, vida y silencio. Tiene todas esas cosas que te persiguen en esa noche que querés que nunca termine, porque por más que sepas que otra noche le va a suceder al otro día, la salida del astro rey solamente puede indicar otra cosa... que es, silencio y sueño.

Y aunque te vayas a la cama con ganas de zambullirte, nadar, bucear y ahogarte en esa esencia, empapado/a de sentimientos, experiencias y un poquito de misterio, sabés que cuando despiertes vas a tener dos seguridades. Una, que eso fue un sueño, y que, de alguna extraña y retorcida manera, ambos son victoriosos.

Otra, que ese sueño es el sello lacrado que confirma lo que pensaste toda aquella noche. Y que, seguramente, la noche por venir será otro océano completo de aventurillas para el caminante nocturno. Eso, pues, quien más entretenido que un Hijo de la Noche?



Saludos

martes, 26 de mayo de 2009

Danse Macabre

Quod fuimus, estis; quod sumus, vos eritis

Este texto va con dedicación, sobre todo porque me venía zumbando la cabeza de una manera particularmente molesta desde hace unos cuantos días (diría que empezó a zumbar el viernes o el sábado, y ayer por fin logré cazarlo y darle un sentido). Va para vos, lector, el único que llega a leer estas líneas cada tanto, de tanto en tanto, mientras te pasás por acá e invertís unos minutos en repasar unas líneas. El negro, el rojo y las ilustraciones probablemente capturen tu atención: están hechos para eso. La estética no solamente es proveída por las palabras.

Un vientecillo grisáceo y áspero recorre la piel mientras te preguntás porqué dedico este texto a los lectores, más allá de la probable patética alegoría de agradecimiento que esto pueda tener; el mismo escalofrío leve que cada tanto nos pica a todos, con ese aguijón que nunca se seca. Quizás porqué la frase en latín, quizás porque el arte a la derecha, quizás porqué ese título en francés.

Quizás porque tenga ganas de entrar en el frenesí propio del embriagador tánatos?

Es... previsible, irrisorio... inclusive aproximaría clásico. Pero esa es la gracia del chiste, eso es lo que me fascina de este concepto. Por más que ha pasado el tiempo, por más que ya no hay máscaras originales para esa vieja desdentada que es la Muerte... es realmente uno de los conceptos que podemos decir que sea inmortal.
Estuve leyendo un poco antes de redactar esto, más que nada para saber el orígen del término del título, que había oído repetidas veces. Probablemente solamente me gustara por su sonido, su evidente implicancia, pero lo poco (y mucho) que averigüé terminó por aclararme las dudas de porqué ese título, ese concepto y todas esas cosas me giraban en la cabeza.

La fascinación que nosotros tenemos por toda la simbología que representa esa idea, es una musa muy seductora que acaricia los labios de todos en algún punto de nuestra vida. Lo que podemos o no saber es cómo manejar eso mismo, esa misma sensación y esa misma emoción que emanan cadáveres, cementerios, tantología y, por supuesto, todo el complejo sistema cultural-artístico que articula a todos los procesos que implican a nuestra querida y nunca bien ponderada Muerte.

La mayoría de nosotros, de ustedes, de ellos teme muchísimo a la Muerte, pero mucho más temen admitir su miedo. Una vez que uno admite el miedo a la Muerte, no tiene más frontera ni defensa contra ese concepto aberrador y destructor como puede resultar la Muerte.
Ojo, muchos también tienden a considerar solamente a la Muerte como la Muerte física/espiritual, o sea, literalmente dejar de existir, cesar de vivir, lo cual, si bien es una de las partes más importantes de este concepto (por no decir una fracción bastante generosa), no es la totalidad ni la única dimensión que puede llegar a tener.

Atentos, no voy a dar el típico discursito de "la muerte es un cambio, es buena, es el principio de otra cosa..." Para nada, aunque mi discurso, como el de todos, está determinado e inclinado hacia algun lugar.

La Muerte de alguna cosa (pues no encuentro mejor término, sino cosa) puede significar algo terrible, o algo excelente, o algo extraño. Por lo general, las personas tendemos a aferrarnos a esa cosa que puede (en realidad, va a) morir. De esto puedo deducir que necesitamos una base firme, segura, inamovible e inmortal.
Por qué? No tengo idea, y sinceramente no me interesa indagar el orígen de esa cuestión: prefiero dejarle esa tarea a otros.
Quizás no me haya explayado bien, quizás haya sido demasiado vago con mis definiciones, así que voy a ponerles un ejemplo;

Una Persona X Está acostumbradísimo a su trabajo, ama su trabajo y siempre acude a él con ganas. En realidad, tampoco es que se entrega tanto a su trabajo, sino que está contento con tener ese trabajo y con conservarlo desde hace tanto.
De repente, uno o dos días, una serie de eventos Y (despido, quiebra, inhabilitación... no importa la causa) hace que esta Persona X quede cesante. Ahora, la Muerte del trabajo de este individuo es lo que va a causar un desglose, una bisagra en su vida, sin lugar a dudas (sino mírense ustedes mismos, y digan si las muchas muertes que de seguro salpicaron su vida no han marcado instancias, momentos, cambios). Toda Muerte de todo evento, por más mínimo que sea, deja una huella correspondiente en nosotros.

La Muerte Física/Espiritual duele tanto porque representa el fin de nuestra existencia, el directamente dejar de ser. Si nos trastorna tanto la muerte de, por ejemplo, nuestro trabajo (en qué ocupamos nuestro tiempo, en qué invertimos para tener las necesidades básicas satisfechas, en lo que, en síntesis, podemos darle todas las significaciones que queramos), imagínense las consecuencias que tendría en nosotros la Muerte Física/Espiritual, si efectivamente nuestra conciencia sobreviviera al pasaje, para que podamos reflexionar acerca de ello. Otra llamada de atención; este punto, el de la vida después de la Muerte, depende muchísimo de los sistemas de creencia de cada uno (no necesariamente debe ser religioso, hasta el más agnóstico tiene un sistema de creencias), pero creo que no podemos escribir más de esto de lo que ya está escrito, y que no hay caso en intentar agregar un poco más de detalles al respecto, más que una visión parcializada y, probablemente, inentendible o entendible a medias.

Quizás desvarié un poco. Quizás no me expliqué, quizás ese baile con la Muerte que intenté retratar aqui, y que todos tenemos a lo largo de nuestra existencia, sea un mensaje en una botella demasiado bien tapada para que alguien lo lea. No lo se, no estoy del otro lado. Simplemente quería brindarles esa visión de la Muerte que le robé (como creo, muchas hicimos) a Neil Gaiman en la saga Sandman.
Esa Muerte más humana, más presente, más entendida con nosotros.
La Muerte que te acepta como sos y, en el momento justo, sabe darte la contención que necesitas y hacer que te puedas reconciliar con vos mismo.

Ahora, mis queridos lectores, Shall We Dance?





What we were, you are; what we are, you will be

domingo, 24 de mayo de 2009

Niño Negro

Y en esa estrella lejana es desde donde todo se puede ver de otra óptica, se puede esparcir y se pueden exorcizar los fantasmas, pues no hay sino vacío y soledad.
El niño que no tiene color es un niño que tampoco es tan chico, es mejor dicho un hombre que no ha querido crecer ni un poco, pues el cuerpo de un chico tiene sus ventajas.
Una de ellas es la flexibilidad y la energía. Si tuviese un cuerpo acorde a su edad, no podría seguir atándose a ese cordel blanco blanco blanco, saltando al vacío negrísimo del espacio y confundiéndose con el débil fulgor de las estrellas.

El niño se preguntaba muchas cosas, hace mucho tiempo, en un montón de lugares diferentes. Todavía no había encontrado ese lugar espectacular que era la estrella negra negra negra como él, desde donde se podía contemplar todo todo todo, sin tener que perder nada nada nada. El niño había sido un viajero estelar durante demasiado tiempo, y había sido testigo de muchísimas cosas. Su identidad era uno de los misterios que más le intrigaban y, a la vez, el que menos había terminado cautivándolo. Miraba sus manos ausentes de color a la luz de una estrella moribunda y se preguntaba qué o quién le habría creado, y porqué. Contempló civilizaciones que le vieron llegar como un Dios y lo quemaron como a una virgen. Miró muchas cosas a través del Universo todo, aún sin haberlo recorrido en su totalidad. Hubo sujetos y entidades que lo sobrecogieron, y otros que causaron lo que antes él llamaba risa. Uno de ellos, un miembro de una Hermandad antiquísima, lo señaló con muchísimos brazos y dedos mientras entrecerraba sus ojos, diciendo una sola palabra que había resonado para siempre en él; o por lo menos, desde ese entonces.

"Humano"

No era que no recordara nada nada nada. Realmente recordaba algunas cosas, algunos fragmentos, algunas estrellas. Era extraño, pero era como si su... memoria, si podía llamarla así, fuera una estrella con un ciclo vital corto y bizarro. Lo había visto varias veces: las estrellas nacían de la explosión moribunda de un astro anterior, habitaban el espacio vacío durante un tiempo (usualmente largo), y luego morían, sucediéndose nuevamente el proceso de nacimiento, muerte y resurrección. Su memoria parecía morir, lastrando con ella toneladas de detalles que, sin embargo, aún permanecían ahí.
Había estrellas de las que se podía decir que se veían vetas de luz, facetas de superficie o relieve propio de sus estrellas predecesoras. En ellas se veían las anteriores, las Antiguas, las que habían estado ahí y que eran la causa de que estuvieran ahí.
A modo de estrella, había vetas en su memoria que seguían viéndose iguales, en forma de deja vus espectaculares, o esbozos de resplandores de memoria. Ciertas constelaciones que veía renacer y morir, ciertos seres de los que tenía un leve recuerdo, ciertos entes con los que podía afirmar se había relacionado. Otros cuantos sabores que podía asegurar había probado.

De esa manera, ese cordel blanco blanco blanco al que se ataba ahora para lanzarse al espacio y permanecer como antaño, inmanente entre las estrellas. Ese cordel del cual tenía recuerdos que no eran suyos (pero si, los eran), esa estrella muerta en la que habitaba y de la cual tenía y no tenía recuerdos. Esas manos negras negras negras que miraba, a la luz rojiza del sol mas cercano, preguntándose unas cuantas cosas y dejando de preguntárselas.

Oh si, un día dejó de preguntarse, y dejó de buscar las cosas para que las cosas lo buscaran a él. Se rió un poco para sus adentros, una vez que hubo tomado esa decisión, pues terminó transformándose en una de millones de criaturas que, como él, esperaban en el eterno resplandor ciego del espacio, ese cúmulo de oscuridad y luz mal repartida, empañada. Se rió un poco porque siempre los había considerado algo cobardes, algo tontos, algo inútiles, algo evanescentes (pero a la vez eternos). Que gracia tenía permanecer en un mismo lugar, haciendo o diciendo siempre una misma cosa, como esperando?

Esperando qué?

Su lengua era lo único que lo divertía ahora, junto a los ocasionales visitantes que tenía a veces. Su lengua era lo único en él que tenía color, debí aclararlo antes. Su lengua era... espectacular. La única parte de su cuerpo en la que los años parecían haberse asentado, y modificado su esencia. Su lengua era larga, bífida y roja roja roja, de un rojo mucho más intenso que la gran mayoría de los colores que había visto a través del Universo. Había existido una época en que buscaba un semejante, en pro de conocerse mejor a sí mismo, y lo único que encontró similar (nunca igual) al resplandeciente escarlata de su larga y húmeda lengua, fue una llama marchita en un mundo tan marchito como el ente que la protegía. Se suponía que era el último vestigio de calor en ese mundo, pero cómo podía serlo cuando todo el planeta era un colosal sistema volcánico? Pero esa era otra historia...

Ahora su lengua, su querida y apreciada lengua, salía pocas veces. Solamente se ataba al cordel blanco blanco blanco, largo y delgado como un rábano aéreo, y se dejaba colgar, en la periferia de esa estrella tan muerta como él. Es que acaso estaba muerto, o esperaba, o era solamente otra etapa de conocimiento y de exploración del espacio, tal como las otras, las de búsqueda y odisea?

Esperando qué?

Lengua Roja

Un muchacho habita una estrella lejana donde no existe el color
Excepto en su lengua

viernes, 22 de mayo de 2009

El Mate de todos los Viajes

d
Me gustó, así que decidí subirlo... =P



Reflexiones del mate

Lalo Mir
en el programa "Lalo Bla Bla"
Radio Mitre


El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.

El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es ¨hola¨ y la segunda "¿unos mates?".
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.

Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos los buenos y los malos.
La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas.

Siempre. Con inflación, con hambre, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.


El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.

Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir: "¡Basta, cambiá la yerba!". Es el compañerismo hecho momento.Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir "gracias¨, al menos una vez al día.

Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.


Ahora vos sabés: un mate no es sólo un mate...

martes, 19 de mayo de 2009

Music from the Deepest Forest

Poco tiempo después de que los exámenes escupieran sus resultados regulares, supo que podía seguir adelante. Podía seguir existiendo, viviendo, con todas aquellas mismas energías de siempre, las energías que quemaban su vida en el simple devenir de los días.

Había estado extrañamente asustado, un poco más regularmente atrapado, y otro poquito feliz. Feliz de volver a saberse dueño de si mismo, alegre de poder sentir otra vez el peso de su propia vida sobre si mismo.

Ella continuaba allí, delante suyo, mirándolo con esos ojos regulares y normales, mortalmente azules y profundos. Ojos que decían y no decían tantas cosas, como estímulos y señales en pluridad de pequeños gestos; la comisura tensa de sus labios carnosos, el entrecerrar de los párpados, el entrecejo fruncido.

Se rió un poco. No de ella, no de él. De ellos. Ella parecía ofendida por aquella risa inocente y sencilla que emergía de su pecho, y él no pudo, no quiso decir más de lo que podría decir o querer explayar en aquella situación. Y ella tampoco podía ni quería decir más nada. Estaba mortalmente ofendida y, a la vez, sabía que no podía seguir existiendo sin ir allí todas las mañanas. Serena, salvaje y hermosamente.

Él continuaba estático, quieto en comunión visual con ella. Ella en cambio lo miraba con unos ojos que eran abismos, que eran eternos y que eran lejanos, aún más lejanos que la estrella más distante. Ella estaba envuelta en harapos que insinuaban su figura, entre sombras y entreluces veteadas a través de la arboleda. Él estaba cubierto de arpillera y trapos que parecían alfombras, dándole un poco más de relieve del que naturalmente tenía. Y ambos se miraban, mientras el polen flotaba en el aire de la tardecita, suave como una caricia natural.

-Sabés- dijo ella -Que lo que estás eligiendo te va a matar-
-Sé- dijo él -Que lo que estoy eligiendo me va a matar-
-Y aún así lo elegís?- gritó, en un grito quebrado -Sos estúpido?-

Él se levantó y la contempló. Estaba llorosa, débil y frágil. No era ella en ningún aspecto, de ninguna manera, de todas las veces que la había contemplado a lo largo de los años. Simplemente dejó que el viento pasara entre ellos, hiciera hacer una pirueta a las hojas secas y se detuviera, mirándolos como el mejor fotógrafo que podrían desear.

-Sé- repitió él, sereno, y se volvió nuevamente, sin volver a clavar su mirada en ella. No tenía caso mirarla, no tenía solución.
Y mientras él caminaba y ella destilaba su odio como si fuera un vapor que se desprendiera de su piel, la melodía comenzó a llamarla, como todos los amaneceres, desde la profundidad de la arboleda. La canción irresistible que despertaba su veta más salvaje y natural, que la hacía vivir y vibrar con cada fibra de su ser. Él era de ellos, por supuesto, pero elegía irse lejos por aquel camino desolado que lo llevaría lejos, siempre lejos.

Por supuesto que él supo, y sintió también la melodía que lo llamaba, la canción eterna que siempre surtía el mismo efecto y comenzaba a hacerle hervir la sangre. Quiso volverse, pero no lo hizo. Sabía que si se volvía, sería el inicio de su regreso, y no quería regresar.

Ella dejó caer una última, final lágrima. Y con la misma majestuosidad de siempre, se dejó llevar por la música sacra y profunda, como quien se deja guiar de la mano por alguien.











Por cierto, porque comino estoy escribiendo cosas tan patéticamente trágicas?
A ver si puedo pulir algo y sale otro hijo, más genial >.<

lunes, 18 de mayo de 2009

Ariadna Et Minotaurus




Ariadna:
knock knock sos el minotauro?
Minotauro:
mmm.... si mi nombre es Asterión si, soy el minotauro
Minotauro:
aunque no creo que sea "el" minotauro... deben existir muchos otros como yo sobre la faz de la tierra
Minotauro:
y vos quien sos, que venis a tocar a mi puerta? Quizas un Teseo perdido, envolviendo su ovillo? O un transeúnte desgraciado que ha acabado aqui?
Ariadna:
soy ariadna
Minotauro:
O una niña ofrecida a mi como ofrenda? Dimelo!
Minotauro:
oh
Ariadna:
tengo hilos, elegí el color que mas te gusta
Minotauro:
la propia ariadna aqui en mi guarida, que honor
Minotauro:
bueno.... estoy mareado de tantas vueltas en este laberinto
Minotauro:
asi que elige tu
Ariadna:
tengo azul, blanco, negro... rojo, gris y sepia
Ariadna:
cual te gusta mas?
Minotauro:
elige tu, mi doncella
Ariadna:
... elijo el hilo negro, así te perdés hermosa y salvajemente
Minotauro:
he nacido perdido
Minotauro:
pero creo que vos me encontraste
Minotauro:
dime, para que has venido hasta aqui?
Ariadna:
vine porque me llamaste, no te acuerdas?
Ariadna:
me dijiste "ariadna, vení, estoy aquí, encontrame"
Minotauro:
no guardo memoria alguna de ese dialogo
Ariadna:
y yo vine y te encontré, no me costó, pero los hilos me pesaban en los bolsillos tuve que tirar el amarillo en la entrada, y en el rincón el verde y el celeste
Minotauro:
y solo quedo el negro
Minotauro:
vaya, he aqui una ironia... he vivido mi vida persiguiendo victimas entre paredes de piedra negra
Minotauro:
y he aqui una habitante de la superficie, la mas codiciada, ofreciendome un hilo negro
Minotauro:
diciendome que yo mismo la he convocado
Minotauro:
dime mortal, que quieres que haga con tu hilo?
Ariadna:
puedes atar mis dedos entre sí, para luego seguir con mis cabellos, trenzándolos como lo hacen las espartanas y finalmente envolver mis pies, anudando el hilo para que jamás pueda desatarme
Ariadna:
entonces el hilo negro de repente y para siempre sería transparente, adherido a mi piel, pero seguiría intacto ahí pero yo escasamente podría moverme y sería una prisionera de las ideas, las ideas todas, todas las ideas
Minotauro:
tus palabras son las armas mas poderosas y peligrosas que he encontrado hasta ahora, mortal, pues no te miento al decirte que confunden y enriendan mi pensamiento como la enredadera que cubre estas paredes abraza la piedra caliza
Minotauro:
dime, de que me serviria tenerte prisionera? se lo que es serlo, no desearia poner bajo mi esclavitud a nadie mas... no quisiera dejarte aqui debajo
Minotauro:
esta oscuro y hace frio, y no me creo capaz de semejante crueldad
Minotauro:
eres una criatura de la luz, y tus palabras son bellas. Ve hacia la luz, no pertences a las tinieblas de lo subterráneo
Ariadna:
es que no entiendes, ya soy una prisionera, desde que elegí los colores de los hilos que traería hasta estas profundidades de hiedras que quisiera que me cubran, antes que hilos, pero los hilos son para mi... y para vos
Minotauro:
para ambos?
Ariadna:
pst... también podrías atar los hilos (siempre los negros) a mis muñecas, a mi cuello y a mis tobillos, lo suficiente como para diagramar con un frío cálculo cada uno de mis movimientos, entonces mis párpados, mi cabello y los pliegues de mi túnica serían tuyos
Minotauro:
de que me servirías como títere mas que como macabra e inanimada diversión para pasar mis horas que no son horas aqui debajo?
Minotauro:
no guardo deseos para contigo
Minotauro:
pero sigo sin entender que te ha traído aqui debajo
Minotauro:
que has venido a buscar bajo la frío loza?
Ariadna:
me llamaste
Ariadna:
no lo recuerdas?
Ariadna:
hace tres noches me susurraste tres palabras que no voy a repetir porque debes saberlas, tus palabras me han guiado hasta aquí pero no tengo palabras que me guíen fuera
Minotauro:
no conozco la salida de este lugar: de ser asi, ya lo habría abandonado hace tiempo, y por tanto no puedo hacer de guía hacia la superficie para ti
Minotauro:
pero no recuerdo haberte llamado.. dime, mortal, cuales fueron las palabras que se dejaron oír entre tus oidos y que te arrastraron a esta pútrida mazmorra?
Ariadna:
"vendrás hasta aquí"
Ariadna:
esa noche abrí los ojos y me despedí de mis padres, mis hermanos y de mi diosa, sabiendo que los abandonaría a todos, en ese preciso momento, emprendí mi viaje que creí que terminaría aquí
Ariadna:
pero quizás me he equivocado, quizás quien me llamó no fuiste tu criatura, quizás fue alguien más y yo equivocadamente seguí una voz que por alguna extraña razón me sonaba familiar
Ariadna:
y aquí estoy, en estas paredes húmedas, a las hiedras les es facil vivir así, si no me atas, no podré vivir aquí
Minotauro:
ya que tal es tu deseo, e inclusive aqui algo como una soberanía se impone sobre mi, cumpliré lo que me dices y lo que me indicas
Minotauro:
y te ataré aqui debajo, ataré tus muñecas y tus tobillos, y tu cuello y tu boca, y tu mente y tus sueños
Minotauro:
atare todo lo que pueda querer o desear la libertad, y te contemplare como la sombra de lo que una vez fuiste
Minotauro:
te ataré de tal manera que ni yo mismo pueda volver a desatarte
Minotauro:
...te ataré de tal manera que te terminen doliendo esas ataduras
Ariadna:
desde ahora no me afecta el dolor
Ariadna:
me conozco, te miraré siempre, con la mirada perdida entre tus ojos y tu boca y rara vez moveré mis labios para emitir algún sonido ininteligible y a veces moveré los labios para no emitir sonidos sino para decirte sin hablar: "no soy"
Minotauro:
de que me sirve tener una princesa atada, si mi soledad solo se acentuará mas y te observaré como un cuadro del Greco, delgada y decrépita, marchitarte contra tus propias ataduras? Pues yo soy solo instrumento y testigo de tu voluntad, y nada mas
Minotauro:
solo soy el verdugo que no piensa, el siervo que actúa. El anónimo
Ariadna:
dudas, egoista, si no me atas moriré
Minotauro:
y si te ato, igualmente morirás
Ariadna:
si me dejas tal cual así quizás te acompañe unos minutos, te susurre un par de palabras que sé que comprenderás y te abrazaré por el cuello y sentirás mi aliento, pero serán solo unos minutos... escasos momentos, muy escasos
Minotauro:
como puedes osar tocar y hablarle a una bestia, siendo tu un ser de orden superior? Me niego rotundamente a que hagas contacto conmigo! Nunca nadie me habia hablado asi... como si me embelesaran con palabras, como si hipnotizado estuviera. Hay algo que no logro ver, y se que no lograré ver jamás, pero sigo sin comprender y me causa curiosidad
Minotauro:
Si fueses otra, ya estarías rogándome por tu vida y estarías huyendo de mi... pero tu eres distinta. Tu me has mirado y no has sentido miedo. Me has mirado y has visto en mi lo que has oído
Minotauro:
Por eso ya os debo mas de lo que jamás podría reponer, y tenéis mis servicios asegurados. Es, pues, tal mi deber de cumplir vuestras órdenes y deseos. Y si vuestra voluntad es la de permanecer atada, asi será
Minotauro:
pero quizás quierais susurrarme algo.... dime, que es lo que quieres en verdad? Que quieres de mi?
Ariadna:
todavía puedo rogar que perdones mi vida, que no desgarres mi piel y quiebres mis huesos, pero sabes que estaría fingiendo, porque?
Ariadna:
y esto es un susurro, porque me acerco cerca muy cerca y te hablo al oído rozando mis labios con tu cuello que está tan distante te susurro a vos, si a vos, lejos a vos cerca
Ariadna:
te susurro: mirá hacia el costado, un poco más arriba, hacia la izquierda y directo al oeste
Ariadna:
ves esas luces? ves esas parpadeantes pequeñas luces, infinitas luces?
Minotauro:
veo
Minotauro:
y creo ver por primera vez
Ariadna:
ellos me enviaron aquí antes que tu me atrajeras, esas luces parpadeantes son ojos siempre despiertos en una tribuna eterna de insomnes mentes sin cuerpo
Minotauro:
y cual es el sentido de tus susurros, cruel dama? Revelarme la verdad, que solo soy un ciego tanteando las paredes como un niño abandonado, empapado en llanto?
Minotauro:
Dime, pues no soporto mas pensar sin pensar, y oírte sin oir
Minotauro:
eres acaso mi liberación?
Ariadna:
...sentido? es un capricho, no me importas como no me importo, estoy aquí porque existo, liberación no busco, siquiera comprendo que es
Ariadna:
-le extiende los brazos, las muñecas- solo quería que me ataras
Minotauro:
-la observa con sus sencillos y castaños ojos de Bestia, y tomando el hilo entre sus rudos y fuertes brazos, la estrecha para atarla en lo que parece un abrazo. Un Brillo extraño puebla su mirada, y la bestia aprieta bien fuerte las ataduras de la niña, y la aleja de si casi con desprecio-
Minotauro:
He cumplido tu voluntad, atada estás y no creo poder desatarte, aunque lo deseara
Minotauro:
asi como tampoco puedo huír de aqui, aunque lo deseo con todo mi ser
Ariadna:
-a través de sus cabellos lo mira, quizás por última vez- vine hasta aquí y desperté lo que creía que no existía, me siento bien, siento... siento... no siento...
Ariadna:
-lo mira perdidamente entre los ojos y la boca y apenas mueve los labios murmurando algo-
Ariadna:
...no soy... no soy... no soy
Minotauro:
-el brillo vuelve a apoderarse de la mirada de la bestia, que avanza muy rápido hasta su lado y le levanta el mentón violentamente. En un solo vocablo, casi con odio, truena su voz- ERES
Minotauro:
a pesar de estar atada, no importa cuanto te opriman o cuanto te encierren... ERES. Y nadie te quita eso, ni una bestia dentro de un laberinto, ni el mas cruel de los verdugos
Minotauro:
Depende de ti seguir haciendo brillar esa luz que me cegó cuando viniste. Solo tu puedes apagarla.... y no has despertado nada aqui. -se aleja un poco de la princesa cautiva- todo sigue tan silencioso, frío, mudo y quieto como un sepulcro
Minotauro:
y, por lo que veo, vuelvo a encerrarme en mi mudeza y mi soledad...
Minotauro:
-se calla, pero sus ojos de animal se clavan en la princesa atada, y en su brazo aprieta violentamente los restos de hilo negro-
Ariadna:
-lentamente parpadea cerrando los ojos- no entiendes... ya he comenzado a perderme
Ariadna:
aquí los asesinos asesinan y esas luces parpadeantes allá a lo lejos, miran lo que no existe y por eso sonríen
Ariadna:
pero no aplaudirán hasta que termine de existir por completo, hasta que no quede una sombra de mi existencia
Ariadna:
entonces sí aplaudiran y otra ariadna con otro hilo, quizas sea uno gris esta vez, te pida que la ates y cuando ella venga te habrás olvidado por completo que existió esta ariadna
Minotauro:
no existirá otra ariadna, ni existirá otra criatura que descienda aqui y me hable como tu lo has hecho
Minotauro:
las luces que parpadean pueden hacerlo a la distancia. Sabes que? cuando estás aislado del mundo aqui debajo, aprendes a creer y a depender de lo que realmente existe, y lo que realmente tiene control sobre ti
Minotauro:
No puedo dejarte aqui consumiendote sola
Minotauro:
no puedo dejar de mirarte, mientras vivas
Ariadna:
sé que no lo harás y yo tampoco
Ariadna:
-sube a la altura de su cabello ambas manos atadas y de la tiara que sujeta el peinado extrae una daga que parece casi una aguja-
Minotauro:
que piensas hacer con eso?
Ariadna:
-la observa por unos minutos a la altura de sus ojos-
Ariadna:
-atada como estaba, la empuña en dirección a su propio pecho, y mirándolo fijo a los ojos, presiona la daga contra sí-
Ariadna:
-ni una palabra más, ni una mirada-
Ariadna:
-muerta-
Minotauro:
-se acerca hasta el cadáver de la princesa, y presiona aún mas la daga dentro de su cadáver, como si de un juguete se tratase. Con una ira inusitada, grita- Estúpida! Pudiste habernos dado tanto a los dos, y sin embargo decidiste crear tu propia tumba en este laberinto!
Minotauro:
Maldita sea mi barba! Porque la inmortalidad y la eternidad pesan tanto aqui abajo? Porque debía de morir la única persona... que jamás me ha hablado?
Minotauro:
-la escena se sume en silencio, y las luces se van apagando de a poco. Solo la figura de la princesa queda con un leve brillo. El Minotauro apreta el hilo negro en su mano, hasta que unas gotas de sangre caen en el piso, haciendo un ruido de goteo-
Minotauro:
Las cicatrices... me recuerdan que el pasado... fue real... -en un susurro-



Pizarnik & Cataqclismo, 2007

El Polvo del Mundo

El desgaste continúa sereno, hermoso pero sereno en su rostro, y ella no tiene más gestos para el viento y las nubes que danzan alrededor suyo que el de una mano pidiendo clemencia. Clemencia de los elementos y clemencia de ella misma. Piedad por lo que quisiera ser, por lo que era.

Muchas veces antes había estado en ese lugar, en esa cornisa que contemplaba muchos aspectos de aquella populosa ciudad. Era hermosa la vista desde ahí, era como considerar una videncia que pocos podían darse el lujo de sentir. El goticismo de los bajorrelieves viejos, la estructura arquitectónica de la ciudad como un intrincado y mínimo laberinto metropolitano. Los respiraderos emanando volutas de humo gris, las palomas opacas contra los rebordes, jugando a las cartas con el vértigo. La gente corriendo de aquí para allá, debajo de ella, y ella... suspirando en la cornisa, tranquila, serena y sin embargo con la misma opresión en el pecho que la había sacado a empujones de aquella mole de piedra, de aquel edificio que la contemplaba como un coloso, exponiéndola al mundo sobre su lomo. Ni ella ni los demás podían verse: ella veía apenas termitas atropellándose en las cintas de asfalto negro que eran las calles, y ellos, ellos ni siquiera perdían el tiempo en alzar la cabeza. Para ver qué? Los mismos edificios viejos de siempre? El aglomerado de detalles que carecían de importancia? El cielo?
Que puede tener de interesante el mirar al cielo?

Ella suspira. Está cansada de muchas cosas, pero sin embargo se sabe tan joven y vital, que de alguna manera cree que el cansancio no es de ella: es la mochila, el bagaje de otra persona el que está cargando. Lo sabe como si no pudiera tener la menor duda al respecto, con una certeza que la inunda de cierta melancolía. Estar ahí arriba, en la cima de la ciudad, le da otras perspectivas de otras cosas, de muchas cosas que se interponen entre ella y el resto del mundo.
El cansancio, el dolor en las articulaciones, los dedos suaves y lastimados... Los ojos rasgados, las ojeras profundas y oscuras, los cabellos grises que hacen juego con el clima, clima de abril y lluvia esporádica. Pero lo que más se marca allí, es su propia sequía, sequía profunda y natural.

Ella está envuelta en varias gasas, no tiene un vestido específico para protegerla de la desnudez, del viento helado o de los remolinillos de polvo, de ese polvillo gris que a veces la hace toser, a veces estornudar... y pocas, muy pocas veces, llorar.

Ella continúa mirando su reflejo en la ciudad, como un monstuo se mira en un espejo roto. Ella sigue encogiéndose en un ovillo de frío y temblores, un nudo de lastimaduras y cicatrices. No sabe qué fué lo que la lastimó tanto, pero está tan acostumbrada a su papel de observadora y citadina activa, de edificio en edificio como una hoja seca, que estas preguntas usualmente caen en saco roto. La Metrópolis funciona y vive, latiendo como un gigantesco corazón, y la gente circula en las calles como si fuera sangre necesaria en cada rincón de la urbanización.

Ella se estira un poco. Es hora de empezar a caminar un poco, a saltar de un lado a otro, de hacer un poco de vigía, vigilante y observadora. Se levanta, apoyándose en sus pies, y se ofrece enhiesta al ventarrón gélido que hace flamear las gasas y los trapos en los que se halla envuelta. El frío araña su piel con garras de hielo, pero no importa. Respira hondo una o dos veces, expandiendo sus pulmones como parches demasiado viejos, tirantes como tambores a puntos de rasgarse: no obstante, su cuerpo y sus fuerzas son jóvenes, a pesar de que su entusiasmo y su interés es viejo, muy viejo.
Con un par de pasos por aquella cornisa no solo desafía y vence al vértigo, sino que también demuestra ser más que otra estatua adornando los cielos rasos de aquel edificio centenario. Luego, y sin que nadie lo note en el devenir natural de la ciudad en que cada uno está encerrado todos los días, salta hacia un lado, cayendo como un gato, sin ruido ni fuerza, sobre otro techo. Así se inicia la ida y venida por algunas retorcidas callejuelas de aquel centro, lleno de barriletes de humo y de esperanzas perdidas, ahogados en stress y grasa. Propio de toda ciudad relativamente grande, creería.

Los remolinillos de polvo la persiguen. Salta a la pared de un antiquísimo teatro y ascienden con ella, en espirales apenas visibles; desciende hasta los tejados de un galpón-estacionamiento y la acompañanan como pájaros desdibujados en el viento. El polvo de las ciudades, el polvo propio que navega y naufraga en las corrientes de aire, el polvo del mundo la perseguia con sus alas mudas, silenciosas, y ella estaba consciente de ello como quien está consciente de la tormenta que se avecina. Con sigilo y rapidez, huía de ella misma, de los ojos ajenos y del polvo. Especialmente, del polvo.

Dos, tres, cinco saltos más y estuvo donde quería estar. Otra vez podría quedarse ahí, estática y quieta, durante otro buen rato. Durante el día podía hacer poco: tenía que esperar a la noche normalmente para poder hacer lo que se le antojase. Pero sabía que podía esperar también. Sabía que debía. Hacía bastante que poseía ese modus operandi, esa manera de ser y esa manera de vivir.
Bostezó.
Sinceramente, días así eran aburridos. Grises y descoloridos, los remolinillos de polvo y alguna nota en el viento helado hacían que reviviera el escozor de viejas heridas, de viejos momentos, de cosas viejas viejas viejas, a pesar de que ella era joven joven joven.

Ella esperó.
El Polvo, como un pájaro, se posó sobre su hombro

Ipso Facto

Hay días que no amanecen. Hay días que permanecen totalmente quietos, inmóviles, espectantes; como animales agazapados que indefectiblemente están a la asechanza de algo, algo que quizás somos nosotros y quizás no, algo que quizás escapa a nuestros sentidos. Hay días que no anochecen, sino que se desgastan y se consumen, y hay días que parecen aletargados, cansados y faltos en energía. Así generalmente nos sentimos estos días que nos tocan existir y habitar entre las sombras del mundo que vemos, observamos, tocamos y, a veces, saboreamos.

Estos días nos sentimos como los animales en invierno, y aunque no tienen una estación en particular, no es difícil encontrarnos en una tarde nublada de otoño dándonos cuenta que ése es uno de esos días, o vernos mirando las gélidas estrellas invernales y pensando en esas caracolas sin fin que son los pensamientos especulativos.

Es curioso. Usualmente estamos tan arraigados a nuestro modus vivendi, o estamos tan acostumbrados a que las cosas se desarrollen de una determinada manera, que necesitamos que suceda un evento de índole demasiado violenta como para deternos a observarnos, deternos a observar el mundo e intentar buscar un porqué.
Porque de eso si que no escapa nadie, ninguno, por lo menos, de los seres humanos que he conocido hasta el día de hoy. Nadie intenta vislumbrar la esencia, nadie deja escapar los detalles y saborea con toda la lengua el momento, las personas, la vida.
Nadie

Todos nos preocupamos en el fastidioso Por Qué

Y es ahí donde está el error, o quizás no el error, sino la falta de alternativa. Todos cazamos los Porqués como si fueran brujas, como si fuesen dignos de ser extintos y ahogados bajo muchas almohadas, como si no hubiera otra alternativa que dejarlos fuera del mapa y de las consideraciones. Los días que no amanecen no cazan los Porqués: los dejan ser y corretear alrededor suyo, y los dejan poblar las colinas y las nubes que se agolpan delante del sol. Y una vez que se dejan de cazar a esos pequeños gnomos que son los Porqués, pueden encarar la contemplación y el verdadero disfrute de la esencia, del gusto de ser un día.

Por eso estos días no amanecen. Estos días simplemente son, como todos deberíamos ser. Pero hete aquí la pregunta clave, que desencadena toda este palabrería inútil: Que es simplemente Ser?
Si todos tuviéramos una respuesta a esta pregunta, es probable que la vida humana estuviera planteada de otra manera. Pero no creemos en la universalidad, no creemos en las generalizaciones y no creemos en nada que pueda generar una institución, por lo que descartamos este pensamiento lineal.
Ser es un asunto demasiado personal, y cada uno sabe cómo y donde ser lo que debe y quiere ser.

Os invito a dar unos pasos, una vuelta, unos saludos.
Tomar uno, dos, tres mates y seguir caminando hacia el horizonte.
A Admirar el día que solo quiere ser, y a ser el día que solo quiere admirar.

miércoles, 13 de mayo de 2009

La Noche era Fría I


La lluvia no caía, y sin embargo se sentía como si estuviera totalmente mojado. Húmedo y mojado, completamente calado hasta los huesos.
El cielo era una excusa de luz, apenas un resplandor grisáceo que ya comenzaba a transmutarse en algo mucho, muchísimo más oscuro. El camino de piedra vieja, muy vieja, serpenteaba por aquella colinita y se sumergía entre el césped descuidado, las hojas secas que hacía rondas alrededor de las estatuas y el desgaste de las décadas.
El día declinaba rápidamente, cediéndole el puesto generosamente a la noche, noche negra y animal que acechaba agazapada detrás de los pocos árboles que se asomaban entre los costados, alrededor de todo aquello. Los ejemplares que había dentro de auqel sector eran mucho más viejos que ellos, por supuesto, y querían reflejar vida y esplendor: no obstante, las ramas delgadas y negrísimas y el follaje putrefaco y descuidado hacía pensar otra cosa.
En realidad, todo aquel lugar tenía ese aire de abandono y olvido que solo tienen, como una analogía imposible, los cementerios. Los edificios viejos tienen algo de este olor de cementerio pegado encima, sobre todo los que fueron construídos mucho antes que vos nacieras. Es como haber inmortalizado en piedra un grito del momento, un momento o un fragmento de tiempo, y dejarlo a las inclemencias del tiempo para que se desgaste y demuestre, grite junto a su grito esculpido "Soy Viejo, He visto pasar miles de humanos y muchos otros niños, y probablemente siga estando aquí cuando tu te vayas".
Caminaba por la entrada del cementerio mientras veía muchas esculturas y toneladas de símbolos desvanecerse en los telones del tiempo. Musgo, flores marchitas, salitre acumulándose en rincones, puertas de criptas aherrojadas con cadenas gruesas y oxidadas, candados que probablemente no tuvieran ya que abrirse más. En alguna entrada violada, escaleras penetrando las entrañas de la tierra, totalmente cubiertas por las tinieblas. No había clima para palomas, ni para nada en realidad: todo estaba húmedo, frío y quieto. Como la piedra que conformaba las piezas de ese rompecabezas colosal que era el CampoSanto.
Sacó un cigarrillo y lo encendió, a la vez que desechaba el que traía de antes. Dejó el carrito en el que estaba cargando ese bendito cajón y se detuvo a observar un poco el panorama del viejo Cementerio antes de empezar a trabajar. Exhaló una bocanada de humo, de un gris mucho más claro que el cuadro que tenía detrás, y escupió. Odiaba el trabajo físico abundante.
Se puso la pala al hombro y abrio la cerradura del cajón, prolija en comparación al caos mecánico que le rodeaba. Trevor se desperezó apenas y le miró un momento a los ojos. Por la mirada y los gestos, se notaba que no tenía ganas de salir.
-Ya llegamos?-
-Si, ya llegamos, es hora de trabajar-
-Con lo cómodo que estaba...-
Trevor se incorporó de a poco. Con la lentitud propia de sus años, salió del cajón serena y perfectamente, y comenzó a seguirlo mientras caminaban por los senderos, las losas de granito semi-sepultadas conformándolo.
Viéndolo desde afuera, él era la única pieza que estorbaba al rompecabezas. El clima, el cementerio, incluso Trevor encajaba ahí: pero él no, y eso no dejaba de molestarle. Como un mal sabor que no te podés quitar de la boca. Pero el trabajo era trabajo, y no se negó, ni siquiera consideró volver atrás.
En un momento de la marcha, Trevor le detuvo tirándole del hombro con sus esqueléticos dedos, señalándole con la aguja que tenía por índice derecho un sitio específico.
-Ahí-
Trevor sabía elegir los lugares. Usualmente no era útil, y estaba a su lado solo para molestarlo con comentarios estúpidos, pero contaba con algunas habilidades que había entrenado a lo largo de los años: era obvio que con su físico flacuchento y cadavérico no se podía esperar de él una ayuda a cavar, pero sí sabía elegir los lugares. Y nunca fallaba; o por lo menos, no se había equivocado desde que estaba con él.
Se acercó, exhalando una gran bocanada de humo y sosteniendo la pala sobre los hombros y el cigarrillo en una sola mano, echándole una mirada al lugar. Era una Cripta pequeña, de apariencia más desagastada que el resto. Probablemente en una época hubiera tenido unos lindos bajorelieves, pero ahora el mármol y el granito se hallaban alisados, como si fuera cera de una vela vieja. La cera-piedra también se había derretido-derruido en las placas, así que la lectura de los epitafios era casi imposible. Solo podía deducirse que debía de ser una de las primeras Criptas, de hacía más de doscientos o trescientos años, y que había varios miembros de una familia enterrados allí, a juzgar por la cantidad de epitafios difusos.
-Una Cripta?- preguntó, echándole una mirada a Trevor. Éste se limitó a alzar los hombros, y él también tuvo que resignarse: después de todo, los lugares nunca eran iguales. Por lo menos no tendría que cavar esta vez.
Al tercer golpe dirigido a la cerradura con la vieja y fiel pala de hierro, el picaporte se cayó y las dos hojas de la puerta se abrieron apenas, deteniéndose con un chirrido de herrumbre. Probablemente las bisagras también estuvieran totalmente carcomidas, destruídas por el paso del tiempo. Un par de empujones lograron abrir las puertas, y una ventolera de aire húmedo y olor a encierro lo embistieron. Estaba acostumbrado la fragancia de esos lugares, pero seguía teniendo cierto recelo por los lugares oscuros. Así que fue hasta el carrito que contenía el molesto cajón y a Trevor, lo cargó sobre sus hombros (a Trevor, no al cajón) y encendió la querida, vieja linterna. Ahora que se lo ponía a pensar, nada de su equipo era nuevo: todo tenía ya sus buenos años de uso.
La Cripta era relativamente simple: dos sótanos con ocho cajones cada uno. A juzgar por la cantidad de polvo que tenían los candeleros y los ataúdes encima, era probable que el último miembro de esa familia hubiera muerto hacía mucho, muchísimo. la pared occidental estaba un poco húmeda y tenía una buena capa de musgo encima, pero a juzgar por la cercanía con el río, era más que probable que la humedad hubiera hecho su trabajo en todos esos años...
Dejó a Trevor en el centro del primer sótano. El flacuchento se tronó unos cuantos huesos (cuando lo hacía parecía que fuera a dislocarse algo) y lo miró con una sonrisa, como siempre. Como siempre y desde siempre.
-Vete, vuelve en cosa de...- dijo, mirando alrededor y haciendo un ligero cálculo -...Tres Días? Lo tengo que tener listo para entonces-
-Como digas. En Tres Días estaré de vuelta, estate seguro-
-Y Trae Papas Fritas-
-Ni en pedo. Cada vez que comés papas fritas terminás vomitando todo-
-Vos traeme, prometo controlarme esta vez-
Lo despidió con un gesto de la mano. Subió los peldaños de la escalerita y cerró las dos hojas de las puertas de metal, que volvieron a su lugar acostumbrado con otro chirrido. Rebuscó en el cajón y encontró una de las cuatro cadenas que llevaban siempre, y la anudó alrededor de las puertas como si fuera una gran y pesada corbata. Estaba contemplando el nudo y considerando si era una atadura lo suficientemente sólida, cuando la voz lo sobresaltó.
-Sigues trabajando igual que siempre, Sepulturero-
No importaba que lo conociera desde pequeño, ni que supiera que podía (y solía) aparecérsele por detrás, o sorprenderlo cuando pudiera. Siempre lo sobresaltaba esa voz seseosa, suave pero incidente, con cierta cadencia impropia de la pronunciación a la que estaba acostumbrado.
Miró hacia arriba y lo vió, sentado sobre el sencillo techo de la pequeña y antigua Cripta, devorándolo con esos ojos atemporales. Quien sabía desde hacía cuánto estaba ahí arriba, riéndose de él, observándolo trabajar.
Dando una buena pitada a su cigarrillo, lo arrojó lejos y encendió otro antes de comentarle:
-Te gusta sorprender a la gente, Virgilio?-
La Noche ya había devorado al día, y continuaba agolpando nubarrones negros en lugar de estrellas en el cielo.

sábado, 9 de mayo de 2009

Nocturnal Rite

Escuchando la OST de Hair, tengo tantos Hippies danzando alrededor mío y a la música haciendo de hermoso y bello telón de fondo, que me pone verdaderamente a tono para escribir esto que quiero y necesito escribir.
Y, debería agregar, me mandaron a escribir.

Hoy voy a escribir de una persona, un ente, una personalidad, un hada, una estrella, un demonio y un mentiroso, un diamante y un joyero. Voy a escribir de un mendigo que conoce el secreto de la vida, y una mujer tan rica que se siente la más pobre de todas. Una risa, una diversión, un chillido de dolor y una púa escalofriante penetrando por tu médula espinal.

O, como diría alguien, un dulce o una travesura.

Me inquieren y me preguntan muchas cosas, o suponen muchas otras cosas, o bien discuten muchas otras cosas que realmente no tienen sentido, o mejor dicho, si lo tienen pero carecen de él porque le quitaría la gracia.
Y como dije anteriormente, no tengo ganas de seguir con lo autobiográfico, así que voy a expresar lo que tengo que expresar con una historia, un relato o una estupidez. Aquí va *carraspea*



Otra noche desperdiciada, pensó mientras contemplaba un cenicero repleto de cigarrillos a medio apagar, enterrados en una marea de ceniza. Otra noche consumida sin miramientos, otra circunstancia natural consecuente al suceso de los días.

Rutina, y no cabía otro término para describirlo.

Casi automáticamente, y con un gran suspiro, se levantó de su escritorio y salió al balcón. No quedaba mucho de noche en realidad, más que la oscuridad habitual y la luz demorada en las estrellas. Sacó otro cigarrillo y lo encendió, dando una larga pitada.

El humo calcinó los pulmones, entró dentro de él y lo hizo tambalear un poco. La garganta reseca pareció resquebrajarse cuando exhaló aquella nube pestilente.

Meditaba y pensaba mientras su breve departamento estaba inundado con aquella música suave, la usual.

Si pudiera asignarle un objeto a su cabeza, sería una vela, o quizás una antorcha. Humeaba, consumiéndose como la brasa del cigarrillo consumía poco a poco lo que quedaba de él, y destilaba pensamientos como quien procesa fichas detrás de un mostrador. Mecánicamente, sin emoción.

Rutina, y no cabía otro término para describirlo.

La opresión en el pecho usualmente se acrecentaba en ese entonces, y esa noche no fue la excepción para nada. El vacío, el agujero negro, el mal que le llenaba era casi un ente corpóreo. El dolor no era físico, ni tampoco era dolor propiamente dicho. Era más la ausencia, la falta de algo, la necesidad de contacto humano y de sentirse querido.

De sentirse necesitado.

Exhaló otra bocanada de humo, y el humo le asqueó. Tantos cigarrillos en una sola noche pesaban. Tiró lo que quedaba del cigarrillo y lo miró caer los nueve pisos que estaban detrás de él.

Extrañamente, no estaba triste, ni siquiera angustiado. Solamente estaba decepcionado y sereno, inequívocamente frío. “Como cualquier muchacho que un día toma una escopeta y mata a todos sus compañeros de colegio”, pensó con sarcasmo.

El vacío en su pecho fue presente y continuó, acompañándolo en su camino hacia el baño, y luego hacia la cama. “Demonios”, pensó nuevamente.

“Demonios”.

Dar vueltas en la cama parecía perfectamente lógico, como un inexorable resultado matemático. Pero la música era suave y cegadora, y el volumen continuaba penetrándolo poco a poco, sin aturdirlo pero sin dejarlo conciliar el sueño. Esas melodías tenían ese efecto.

Rutina, y no cabía otro término para describirlo.

Se levantó, decidido a conciliarse con sus sueños al apagar el equipo de música, y cuando entró en el living lo vió. Estaba tirado sobre una de los sillones, jugueteando con su largo cabello, con una cara de despreocupado total, como si estar ahí le fuera tan indiferente como morir en una hoguera, o de pertenecer a cualquier clase de ejército. No había una manera perfecta de describirlo; cualquier término le quedaría o bien chico, o bien grande. En esos cinco, seis? años desde que lo conocía, no había cambiado en nada. Los mismos ojos negrísimos, pero humanos; el mismo cabello larguísimo, hasta la cintura, desordenado y lleno de hojas secas y florecillas muertas, la piel mortecina pegada a los huesos, pero con una delgadez y un tacto que no sobrepasaban la tumba; todo lo contrario, parecía el muerto vivo más seductor que conociera.

La música no podía dejar de sonar, por lo menos no hasta que se fuera del todo aquel espectro, aquella vacuidad, aquella... cosa? No, aquella. Aquella le quedaba bien.


-Qué hacés acá?-

-Lo mismo que vos-

-Tratás de dormir?-

-Me atrajo el olor a quemado. A pelo quemado-

-No seas irónico. No seas estúpido. Dejame un poco en paz-

-No te creas. Siempre me divertiste y siempre me gustó jugar con vos-

-A mi también, pero no estoy de humor ahora. Dejame en paz-


Iba a dirigirse nuevamente a su habitación, pero aquella... cosa se levantó del sillón y lo interceptó, tomándolo de las muñecas. Notablemente molesto y frunciendo el ceño, él le clavó la mirada en los ojos negros, que centelleaban como carbones lustrados.


-No tenés porqué irte-

-Si, tengo-

-Pero si vos sabés lo que puedo llegar a hacer...-

-Si... pero no se-

-Yo si se-

-No, no sabés-


Se le acercó un poco más y se alejó, pasándole un dedo por los labios. Su cabello, larguísimo, le acompañaba como una consorte detrás, despaciosa y desordenada. Se acercó a la ventana, aún abierta, y se apoyó en la baranda de ese semi-balcón. El viento nocturno levantó un par de cabellos, pero no tenía la fuerza suficiente como para hacer flamear aquella marea animal.


-Es irónico- dijo de repente, quebrando el silencio -Primero me llamás y después no querés mi presencia. No se quien de los dos es más patético-


Eso era suficiente, maldición. No estaba de humor como para que sobre todo él se burlara en su cara, en su departamento, en su vida, de él mismo y de todo lo que se había rodeado. Además, ese maldito... tenía esa aura de detestable, odioso y a la vez adorable, que lo impulsaba a continuar llamándolo. Inclusive ese día no lo había querido llamar, pero había acudido de toda manera.

Corrió hasta su lado y lo dió vuelta por el hombro violentamente, pegándole un tremendo golpe que lo hizo caer. Agitado, con la adrenalina en la sangre, lo vió limpiarse la comisura de los labios y mirarlo con una sonrisa quebrada... sabía que le agradaba pelear. Sabía que le agradaba casi todo, pero era imposible hallarle una arista áspera. Sencillamente, no era humano.
Se lanzó hacia él y forcejearon un buen tiempo en el piso, pegándose de vez en cuando. Él escupía insultos de vez en cuando, humano, entrecortado y verdaderamente enfurecido. Aquella cosa no hablaba, simplemente se reía y lo provocaba con esa risita insidiosa.
Al fin, tras un buen rato rodando por el suelo, él quedó totalmente inmóvil, debajo del otro. El otro lo observó, su rostro medio oculto en el pandemonium de pelo que era su cabellera, y sus ojos reflejaron la misma sonrisa que ahora no pronunciaba. Él estaba bastante enfurecido, pero no podía hacer nada para librarse: además, la pelea lo había cansado.
Entonces, rápida e inevitablemente, con un movimiento rápido le dió un beso en los labios a su víctima inmóvil en el suelo. Fue un beso breve, pero bastante intenso, puesto que ambos cerraron los ojos en una fracción de segundo.

Se levantó rápidamente y saltó por la ventana, mientras el otro, aún atontado y aturdido en el suelo, se incorporaba, relamiéndose. Que carajo había sido eso?
Se acercó a la ventana. Algunos rayos de Febo rasgaban ya el horizonte, y no había señales de... aquella cosa. Lanzó unos insultos entrecortados entre sus dientes, a aquel maldito visitante nocturno... y sacó otro cigarrillo, lo encendió mecánicamente y dió una larga pitada. Todavía estaba algo agitado y el humo lo hizo toser un poco. Como un cigarrillo post coito? que pensamientos estúpidos llegaba a tener...

Dioses, y ese era solo el comienzo de aquellos días... sabía que lo volvería a ver, tanto en sus sueños como en su departamento. Lo sabía con la precisión matemática con que sabía que el sol se alzaría en pocas horas.

Aún no se había borrado el sabor de su boca cuando decidió dormirse.






Bueno, una sola aclaración >_> Sé que uno de los personajes me quedó medio Anluzdhel (solo para los Viajeros), pero solo me di cuenta cuando terminé... y además, no es el puto de Anluzdhel. Anluz sería muchísimo más hijo de puta... o no, no lo se xD


Y dándole un cierre un poco más serio, espero que esta lectura no choque ni se estrelle contra ustedes. Es una lectura, es un trozo de magia escrita, es un pergamino antiquísimo escrito con sangre, es un collar de sueños plasmado. Todo eso y más, eso es lo que escribo.

Saludos ^^

Burning Little Witches

Alo alo! Este escrito no es por placer, es más que nada por petición popular intrínseca (apaaaa, que tal la terminología? >_>)

Escribo esto bajo la amenaza, influencia y afluencia de un par de personas y unos cuantos entes imaginarios que deciden dejar de jorobarse y sumarse al Joy Ride en el que estoy inmerso. Y es que realmente ese cuadro virósico en el que estaba (estoy xD) sumergido no me puede haber sentado mejor. Estoy viviendo los días con tanta energía y pasión como hacía mucho que no lo hacía... eso, que seguramente se me va a terminar dentro de poco, y la cantidad de elementitos, papel picado y guirnaldas que se me vienen encima con los sueños, con los viajes en bondi, con esto que es la definición del Gray Corner. Todo esta poblándose y yo no lo controlo: hay muchas mas cosas involucradas en el medio.

Si se están preguntando, de qué carajo está hablando este muchacho? No podría saber hablarles bien bien. Solamente les puedo asegurar que es muy grande la probabilidad de que yo en su lugar estaría tanto o más desorientado que ustedes. O que quizás comprendería una parte de ese caleidoscopio que viene exudándose de mí. O que probablemente me hubiera mandado a la mierda hace rato. La verdad no se.

Vamos a tratar de ponerlo de una manera bajo la cual el lector regular y asiduo de periodicuchos amarillistas y sensacionalistas, o el pequeño bastardo que fuma en el puesto de revistas, o esa flacucha alta de huesos afilados que se hace la interesante leyendo a Dostoyevski, puedan comprenderlo. Pero es algo irónico usar un arte (como es el de la palabra, propio de humanos), para intentar explicar algo que escapa a la condición humana en alguna partes. Then again, tampoco se puede considerar este ciclo sin el sujeto al cual le suceden todas esas cosas, así que... comencemos.

Creo que re-describir mi renacimiento a la vida, como lo hice en la entrada anterior, sería repetirme, y odio plagiar(me), así que continuaré asumiendo que todos lo han leído ya <.< style="font-style: italic;">distinta. Era como si los mismos acordes cantaran otra cosa, como si aquellas voces revelaran su mensaje oculto a mis ojos desde hacía tanto tiempo... y como si aquella melodía armónica, única en su clase y en la manera de transmitirse de un cuerpo humano a otro como es mediante el sonido, mucho más intensa. No digo que mi grado de empatía hubiese aumentado; para nada, fue lo primero que sospeché y me cercioré de que no hubiese sucedido. Era la música que había cambiado, era lo que nunca antes había oído, era yo que ahora tenía otros oídos y otros ojos, sin dejar de ser yo.

Todos los factores de la vida cotidiana, como piezas de un rompecabezas multicolor, fueron encajándose en mi como trozos de una pizza (analogía estúpida, pero bueno xD), y poco a poco, el círculo se completó. Creo que lo más importante de todo vino con los atizamientos propios de los que me rodeaban: era como sacudir una de esas bolitas de agua llenas de papeles blancos que simulan ser nieve. Cada persona que me estimulaba a crear estimulaba mi mundo, estrambóticamente correcto, sacudiendo la bola de cristal.

Todo giraba y todo gira como siempre.

Por supuesto que noto el cambio en la percepción, y por supuesto que mi mente analítica de intento de filósofo puede llevarme a indicar que; o bien el mundo efectivamente cambió, o bien yo cambié en su percepción. Y ateniéndome siempre a mis propias reglas, opto por un término medio, relativista. Digamos que no cambió el mundo, sino solo el mío... o, en su defecto, algo (todavía no se que desencadenó todo esto) me proveyó de lentes mejores graduados, "para verte mejor".

No lo se realmente, no lo se como tampoco me interesa saberlo. Estoy recogiendo muchísimas chispas en mi cajita de música mientras busco nuevos argumentos, personajes y boludeces para mis historias, así como estoy representando mejor aún ese papel que quiero representar en este mundo, en esta vida, en este cuerpo. Me encanta, y me gustaría compartirlo con ustedes... solo creo que tienen que dejar salir todo aquello que no quieren o no pueden dejar. Todo aquello que está ahí, pero elegimos ignorar... TODO.

Y no, no me estoy drogando, es droga natural.
Y no, no estoy Loco. Al menos eso creo =D
Y no, tampoco estoy inventando nada de esto.

Simplemente, creo que estoy un poquito limado... y disfruto mucho de mi condición de limado ^^

Por cierto, me cansé de los escritos autobiográficos, así que ahora que ya estoy... digamos, "estable", voy a regresar a mi vieja línea de narrativa anterior. Así que... nos veremos por ahi, muchachillos!

Que los Duendes invadan su vida, las Musas sus Sueños y los Fantasmas su mente. Que puedan contemplarse a ustedes mismos y vean que son como piedras preciosas talladas y pulidas en facetas inimaginables, que muchas dimensiones se alzan donde una sola ostenta el estandarte.

Que algo de mi lime llegue hasta ustedes ^^