lunes, 30 de marzo de 2009

Artículo: Mas Allá de los Cinco Sentidos


Bueno gente, acá les traigo otro artículo que no es de mi autoría pero que quisiera compartir con ustedes. Esta vez, viene de la mano de la revista Ñ (para quienes no lo sepan, es una separata que publica Clarín de contenido Cultural), un artículo comentando las declaraciones de cierto autor respecto a la Metafísica. Espero disfruten de su lectura.


La Metafísica Sobrevive a Todo

La Pregunta Metafísica es perenne, ha atravesado generaciones y épocas y aún interroga a los sujetos sobre el mundo, dice Dardo Scavino en su nuevo libro.
Por Marcelo Pisarro

Al final no sería desacertado comparar a la metafísica con las cucarachas: aunque se piense que fueron erradicadas de la casa, allí están, prontas a asomar sus antenitas y corretear por la sala de estar. El relato que Dardo Scavino (Buenos Aires, 1964, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Versalles) está siguiendo en El Señor, el amante y el poeta. Notas sobre la perennidad de la metafísica , publicado por Eterna Cadencia, es similar: aunque se le haya tirado todo el Flit posible, aunque se la haya dado por muerta y enterrada, la pregunta metafísica no sólo sobrevivió, sino que estuvo, y está, en el corazón del pensamiento contemporáneo.

"La metafísica busca conocer el porqué de cualquier cosa, su condición de aparición, y a ese porqué lo llama causa primera. Prima causa, a decir verdad, es la expresión latina que los escolásticos escogieron para traducir una locución griega: arjê. Solo que arjê no significaba únicamente causa, origen o principio sino también funamente, soberanía y poder".

La Pregunta de la metafísica -explica Scavino- es por qué hay algo en vez de nada. Se la juzgó de ridícula, pues responderla significa hablar de algo que existía antes de que existiese algo. Estos interrogantes, creía Kant, desembocan en antinomías y paralogismos insuperables, así que lo más recomendable es no hacerse estas preguntas y, ante todo, no intentar responderlas.

Antes de que hubiese algo no había nada; y nada (o sea, alguna cosa) surge de la nada. Y sin embargo, aunque el pensamiento moderno haya renunciado a estas cuestiones, la arjê, "olvidada, irrelevada, latente o, si se prefiere, inaudita, sigue siendo el asunto filosófico por excelencia donde está en juego la cuestion de la alineación y la desalienación del hombre, de su sujeción o de su de-sujeción a los poderes de turno".

Aunque con diferentes nombres y formas, a esta pregunta por la arjê se la encuentra en Friederich Nietzsche, en Aristóteles, Richard Rorty, Jacques Lacan, Judith Butler, David Hume, Jacques Derrida y en cualquiera que se pregunte por la dominación o el poder. "El día en que Michael Foucault anunció que su pensamiento era una 'arqueología' o una 'genealogía', tampoco se desvió de la dirección señalada dos mil quinientos años antes por los filósofos griegos. La metafísica siempre fue un discurso sobre el génos o la arjê, y por este motivo se convirtió en la rival de esos mitos que hasta entonces narraban esos orígenes, aunque a veces -y a decir verdad, muchas veces- ella misma colaborase a narraciones semejantes, sobre todo a la hora de abordar la cuestión de los comienzos, los fundamentos o los principios".

En sus versiones metafísica y teológica-política, afirma Scavino, la arjê ha recibido numerosos nombres a lo largo del tiempo: Uno, Dios, Sujeto, producción, poder, significante-amo, performactividad, poeta vigoroso, clinamen, acontecimiento, archi-huella, y más. "Estos nombres suelen aludir a una excepción, un fundador excesivo, pavoroso, unheimlich, ápolis, obsceno o sacer, un centro marginal, para proseguir con los oxímoron, en donde la filosofía encuentra un límite, un silencio místico o traumático, que la lleva a bscaular hacia la poesía o hacia la narración mítica. Cada época se da así sus fundamentos y se confronta, por consiguiente, con algún indecible. Y cada época ve aparecer en torno a estos indecibles a sus poetas. Desde muy temprano, no obstante, la propia metafísica comprendió no era sino, paradójicamente, el decir mismo"

Nietzsche anunció la voluntad de poder del ser humano, el deseo de dominar todos los entes (personas, otras especies, la tierra). La voluntad divina se sustituyó por la voluntad humana. Las especies vivas se convirtieron en una suma de contingencias evolutivas; los átomos de la materia se volvieron manipulables. "La naturaleza no tienen ninguna 'naturaleza', ninguna 'esencia', ninguna 'identidad' eterna e inmutable. Sólo hay, para nosotros, contingencias más o menos perdurables. Nada le impide al hombre modificarlas, y como nada se lo impide, lo hace y lo va a seguir haciendo".

Este nuevo escenario supone preguntas que, en las ciencias humanas, parecen responderse en el campo de la biogenética, la neurobiología, el cognitivismo y la etología. Sin embargo, propone Scavino, la pregunta metafísica perdura. "Desplazamos la arjê para decirnos que el hombre tal como lo conocemos, el hombre de la biogenética y la física sub-atómica, el hombre de los organismos genéticamente modificados y las centrales nucleares, también obedece y responde un llamado, auqneu ese llamado no provenga de una voz inaudible sino de su propia voz, de las palabras que profiere cada día cuando se consagra a la ciencia, a la política, a la poesía e incluso al amor". La filosofía debe preguntarse no si el conocimiento científico es ético, sino a qué llamado histórico obedece. Es lo que la metafísica siempre quiso saber, y todavía continúa en eso.




Sobre el Autor

DARDO SCAVINO nació en Buenos Aires en 1964. Obtuvo su licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires y luego el doctorado en la Universidad de Burdeos (Francia), donde se desempeña actualmente como profesor. Ha publicado Nomadología. Una lectura de Deleuze y Barcos sobre la pampa, además de dos obras en colaboración con Miguel Benassayag: La apuesta amorosa y Por una nueva radicalidad. Es colaborador de diversos medios nacionales y del exterior.


Ultraterreno: Comunión con las Estrellas

Otra vez vamos con Ultraterreno. Y si, terminaré sacando un libro de retazos de prosa grasienta como es la mía, respecto a esto xD

Hoy voy a hablar (o mejor dicho, a escribir) de la unión entre nosotros, motas de polvo cósmico, con el resto del universo. Bien es sabido desde hace eones que el hombre es en sí unidad de un todo en demasiados sentidos como para enumerarlos (tampoco vienen al caso), y se conoce (y se puede inclusive sentir, si buscan testimonios a priori) que nosotros conformamos el Universo que nos rodea. Somos parte de un todo, mal que nos pese a algunos, bien que nos guste a otros. Lo que reside en nosotros y es único, inequívoca e irónicamente, somos nosotros mismos. Pero no nos vayamos por las ramas, y a hablar un poco de lo que realmente quiero escribir, y lo voy a hacer desde una linda experiencia que me tocó vivir esta misma noche.

Hoy tuve un particular Domingo, y lo pongo con mayúscula no porque sea un sustantivo propio, sino porque fue un Domingo de sol a sol. Me levanté con las energías consumidas, como si fuese un reloj parado que no consiguiera volver a arrancar y a retomar mi ritmo natural. Hice todo lo que hice (desde suplir mis funciones naturales a permanecer encerrado en la lectura), únicamente por el puro instinto de la rutina. Fue un Domingo apestoso, de esos días que solamente querés que pasen de una vez y con los que te sentís en discordancia con todo lo que te rodea.

Rondando las diez de la noche, encendí un sahumerio y salí al patiecito de mi casa. Dentro había demasiado ruido (no eran sonidos, era Ruido, molesto y atroz), olores y distracciones como para poder hallar la paz, volver a encontrar mi centro, poder tranquilizarme. Tenía un humor de perros y necesitaba despejarme de todo y todos.
Mi patiecito era la opción más cercana y viable, puesto que meditar en mi lecho probablemente resultara demasiado asfixiante. Con mi sahumerio humeando en la punta, mordisqueando su palillo perfumado, busqué una silla no demasiaod fiel, más sí cómoda, y levanté los pies sobre la mesa.
La noche estaba hermosa, en plena función de su majestad. Los sonidos, ahogados por el silencio que predominaba ahí, solamente eran apoyados por las luces que hubiese deseado apagar, pero preferí dejarlas intentar quemar a las estrellas. Aquellas mismas estrellas que me habían mirado, como seguro te miraron a vos, con esos ojos ciegos eternos, ojos que quizás ya dejaron de existir hace tanto que no podríamos concebirlo.
No pudieron. No importa lo fuerte que brille una luz, jamás puede cegar u opacar la única luminosidad de las estrellas. El vacío negro del espacio contrastaba perfectamente con mi humor y estado, y simplemente me dejé llevar en aquella meditación conciente.

Sentí a los ocupantes de mi casa, activos y caóticos.
Sentí mi propio corazón, latiendo con espasmos violentos.
Sentí el olor del aire aromatizado, bello y extrañamente ritual.
Sentí la frescura de ese mismo aire, completamente plagado de suavidad.
Sentí, como se sienten las premoniciones, que algo estaba entrando dentro de mí.
Sentí que yo lo estaba pentrando también.

Me dejé invadir por aquel océano que me ahogaba y me llenaba los pulmones con aquel extraño, conocido y familiar oleaje. Y me encontré, de ojos abiertos aún en mi patiecito, bañándome en un océano mucho más vasto que cualquiera que pueda volver a ver en mi vida. Ese mismo océano que me había abrigado en tantos campamentos, ese mismo que ahora requería mi presencia como yo la había convocado, con una muda e insconsiente llamada de auxilio y ayuda.

Ese otro ser, la Madre Noche, volvió hacia mi con la misma paz y certeza de siempre.
Disfruté de su presencia mientras pude y debí: no se debe abusar jamás de la ayuda prestada sin ser pedida, puesto que hay que saber ser agradecido. Cuando mi sahumerio se terminó, lo arrojé a un lado y despegué por primera vez la mirada del cielo nocturno: debajo, en la penumbra del patio lateral, adiviné la bestia de ojos centelleantes que acompañaba a la Madre siempre que se me manifestaba. Fue fugaz como una estrella que cae, pero la ví y en su visión recordé cuánto me aterraba de chico, y recordé cuándo fue que aprendí a respetarla y apreciarla, en cierto sentido.
La Madre Noche no se despide jamás, solamente se distancia. Siempre está presente cuando se la requiere y jamás falta a la convocación, aún aquella que no es pedida. Y gracias a ella, esta noche se me presentó muchísimo más pasable.


Espero que les agrade la lectura de Ultraterreno, porque parece que escribo para nadie y termino delirando como un loco, que es probablemente lo que sea.

Pero díganme, ¿Acaso nunca se perdieron mirando un cielo estrellado, o se sintieron condenadamente bien paseando mientras las sombras de la Noche te envuelven?


Esa es Mamá Noche mimando a sus Hijos.


Un abrazo y, como siempre, los comentarios son bienvenidos

domingo, 29 de marzo de 2009

Babas del Diablo


Un día terminé de terminar la noche esperando el eterno colectivo de siempre, en una noche de un todavía verano algo fresco (irónico que ahora haga tanto calor), mientras mi mente pensaba las tonterías de siempre: que tenía que sentarme a escribir, que tenía un montonazo de cosas pendientes, que cómo sería mi día de mañana, que esa noche quizás había sido un desperdicio de tiempo y esfuerzo.

Esperaba el colectivo que se tardaba por alguna razón, y comencé a meditar en una posición que ya había usado otras veces. Esa contemplación totalitaria de mi vida, mi existencia, mi ocupación; ese juicio que analizaba mis días viendo si habían sido utilizados para la estupidez y la esterilidad o para lo productiva y esporádicamente dinámica de siempre. Esos ojos que no vacilaban en lanzar agudas palabras mentales, decapitando algunas ilusiones.

Me preguntaba si realmente gastar mi tiempo como lo gastaba valía la pena. Si realmente vivir mi vida era transitar una senda alegre y feliz, o si me había hecho un camino pedregoso y áspero. Miraba las estrellas, que brillaban trémulas ahogadas por el brillo escarlata de las lámparas de sodio del alumbrado público, y ví pasar un largo hilo de Babas del Diablo (no se si el plural está correcto o no). La Baba recorría un caminito chico, y era empujada por la suave y débil brisa que soplaba esa noche, brisa fresca que acariciaba todo lo que me rodeaba.

La Baba revoloteó unos segundos en un par de remolinos de aire, supongo, y continuó su camino con una despaciosidad tal, que realmente no parecía dejar lugar a otra opción que aquella: remolcada por la brisa, eternamente sobrellevada.

Mi mente de escritorzuelo hizo al instante la analogía, mientras la baba ascendía y se perdía de mi vista en el cielo nocturno y estrellado, dejandome a la vista solamente las ramas perennes de los plátanos de una plaza cercana, árbol más que abundante por mi ciudad. Pero los árboles no me importaban: ahora estaba navegando, embriagado de noche y pasión poética generada por la breve analogía, junto a aquella baba que se sumía en el sueño de lo que era y no era, de la voluntad universal y el propio operar del que se deja arrastrar.

Quizás realmente era una Baba del Diablo, aunque no lo creía así realmente: la realidad que me circundaba, inclusive estar parado en esa esquina esperando ese determinado colectivo, era el resultado de la suma de los actos que había generado a lo largo de muchísimo tiempo. Inclusive mis ropas, mi mentalidad... todo. Pero, ¿Qué si la verdadera brisa que nos empuja es invisible e imperceptible, y creemos, como aquella baba que recorría los cielos con inquebrantable voluntad, que nosotros generamos nuestra propia brisa? ¿Qué si realmente creemos que engancharnos en la rama de un árbol es culpa nuestra, cuando es la brisa la que nos llevó allí? ¿Qué si nos asusta la inmensidad de los cielos cuando nos aventuramos más allá de lo conocido, por una calle que creemos conocer?

Me sumí en un silencio mental mientras cerraba los ojos, cosa que no hacía ni hago nunca, excepto en salvadas ocasiones. Sentí la brisa, me sentí llevado por aquel impulso. Ví cómo la brisa me llevaba, me mecía, me mimaba y me hacía sentir confortable la mayoría de las veces, mientras que otras me llevaba a paisajes brutales y lugares que me asustaban.

Abrí los ojos solamente cuando sentí ese caleidoscopio de sonidos que hace un colectivo cuando se aproxima y, para mi propia suerte, era el mío.

La llegada a casa esa noche fue casi una secuencia de cine mudo. Suelo considerar mi lecho como mi cueva o ataúd personal, puesto que el muro del sueño y mi estancia en aquel país imaginario es una parte de mi vida que respeto y cuido mucho, y solo acudo a él cuando el cansancio me empuja. Pero esa noche, me quedé tranquilamente sentado en el comedor leyendo. Esa brisa, ese cansancio que me empujaban no me quebrarían ni me dejarían de degradar mis dudas en todo momento, y la punta de ese Iceberg que habíaredescubierto no me dejó trascender a los sueños hasta dos horas más tarde.

Mi duda no se disuelve, como ninguna de las que suelo cobijar. En cierta medida, me encanta dejar la puerta abierta a nuevas miradas, nuevos mundos y nuevas instancias... pero ésta era (y es) una que me desconcierta y me hace sentir bastante ... frágil, en algunos momentos. Sobre todo, en los más deprimentes y negros que transito de vez en cuando.

¿Perciben ustedes la brisa impulsándolos detrás?

martes, 24 de marzo de 2009

Ultraterreno: El Mausoleo Propio, o Los Muertos


Otra vez acá, desde Ultraterreno, me toca escribir mientras escucho Raison D'etre, una hermosa pero violenta opening de un hermoso y violento animé, Claymore. Queda recomendado antes de comenzar a escribir.

Hoy voy a escribir respecto de esa clase de cosas, esas manchas negras, esos moretones azules que tenemos todos nosotros. Los Muertos en el Placard, los Esqueletos en la Ducha, los Monstruos abajo de la cama. Hoy voy a escribir de nuestros cucos.
No hay peor cosa que asustar a un niño para alejarlo de algo, ya sea "por su propio bien", o por evitar que alcance algo que no debe alcanzar por otros motivos. Los niños tienen un poderío tal que no es difícil hallarlos totalmente traumatizados a la hora de creer en la existencia de "cosas, monstruos" u otros entes maléficos que extienden sus garras. Es obvio que nunca sucederá nada, o mejor dicho, en la gran mayoría de los casos no llega a suceder nada. Pero que diablos, está sugeriendo el autor que los cucos de la infancia son reales? No lo estoy sugiriendo, lo estoy afirmando

No quiero retenerme dentro de la infancia, porque sería volver sobre lo que ya escribí y no quiero hacer eso. Tampoco quiero dar un punto de vista muy subjetivo y propio; por más que este sea mi inútil blog, por más que no tenga más solución que sujetarme a las riendas de mi casquete humano y someterme a la visión que me suscribe al escribir, quisiera ser lo más objetivo posible respecto a este tema. Aunque yo mismo no creo en las totalidades, creo en las opiniones y las circunstancias, creo en las historias y en los seres humanos, me veo peleando contra el monstruo de la subjetividad como Teseo combatía contra el Minotauro. Y no sé cual de los dos soy yo.

Volviendo al tema que nos encarna, acá voy. Los cucos, mosntruos míticos y las leyendas, todo aquel engendro que surca nuestras vidas en algún momento constituyen esa cripta o fosa común donde tenemos enterrados nuestros muertos. Con muertos, por más carnavalesca que sea la analogía, me refiero a muchas cosas: los muertos son la conjunción de recuerdos, tradiciones, relatos (escritos y orales), familiares y nosotros mismos. Esos mismos muertos de los que Hollywood nos hace reír y alguna que otra historia escalofriar, algunos de esos muertos que nos traen tristeza, odio o resignación, algunos de esos muertos que nos recuerdan que alguna vez vamos a ser nosotros. A pesar de que parezco haber perdido el punto o el quid de este texto, acá viene la explicación de todo aquello que vengo poniendo en palabras como quien hace un collage sin orden, y es que me cuesta encontrar orden alguno a toda esta chorrada que brota de mis dedos como una marabunta.

Decía, aquellos cucos con que nos aterrorizamos mutuamente tienen un carácter similar a los Dioses que escribí artículos atrás, y también al de las Musas Sucúbicas, aunque cumplen una función totalmente distinta. Mientras que los Dioses nos dan tranquilidad, paz y alegría y las Musas nos encarnan y enfrascan en la pasión creativa, los Muertos son aquellos seres creados del cadáver de otro ser humano. Mientras que los Dioses y las Musas son creados de la nada, o de siluetas y sombras humanas vivas, los Muertos son la conjunción de todo lo humano, de todos elementos creados por nosotros mismos que ya han muerto. Tememos a la Muerte con su inexorable paso, tememos a nuestros antepasados, silenciosos desde la tumba; tememos a la oscuridad, puesto que jamás sabemos que hay donde nuestros ojos no ven; tememos al silencio, puesto que augura el sobresalto; tememos, en síntesis, a la ausencia de estímulo.
Tememos a la ausencia de vida humana.

Si tengo que poner mi opinión, los monstruos creados a partir de estos Muertos carentes de todo lo humano son los mejores de todos los cucos que recorren la tierra. Por cuco entiéndase todo aquello que amenaza al hombre: desde el mismo hombre hasta estas invenciones, pasando por las potestades naturales. Porque son los mejores? Bueno, argumento en su favor que no solo despiertan la imaginación y mantienen viva la tradición (importada o exportada), y porque son los enemigos del verdadero lobo del hombre: los vivos. No hay monstruo que no se contraponga en sentido totalmente vertical al cuco vivo, a aquel cuco que con una AK-47 puede dejarte sin la vida que tanto apreciás, a ese cuco de traje y corbata que sale todos los días a la calle, y a ese otro que aprieta un botón y acaba con millones de personas, como si fueran bacterias aniquiladas por algún antibiótico.

Porque los Cucos artificiales no son para nada artificiales, ni irreales. Son tanto o más reales que los otros, solo que matan menos.

No he hecho comparación alguna, pero a ojo de buen cubero puedo decir tranquilamente y sin riesgo a equivocarme que todas las personas a las que se les adjudica el destino de los Cucos no puede compararse con las víctimas del hombre mismo.

Dependiendo de tu óptica de la vida, del mundo y la realidad, tendrás tu propia opinión de estos cucos, los irreales, aquellos que existen pero no existen, aquellos que permanecen pero no están. Personalmente, creo en todos ellos (como diría Flanders, si, incluyendo a aquellos otros que se contradicen con los otros), creo en ellos con el fervor de la seguridad de haberlos tocado y de haberlos visto, de haber conversado con ellos y de haberlos amado. Puede sonar extraño, pero nunca tuve realmente miedo hacia ellos: quizás de más chico si, pero a la oscuridad solamente. Cuando aprendí a ser un Hijo de la Noche y a amar la penumbra, hice las paces con ellos. Solamente me provocaba (y me provocan) rabia aquellos que no saben comportarse, o se inmiscuyen para perjudicar a mis seres queridos, una rabia que me cuesta controlar.

Si realmente quieren creer en ellos, no deben tener ninguna dificultad en volver a verlos. El hombre de hoy en día usualmente los deja pasar: no tiene tiempo ni para coger, ¿Va a tener para convivir con monstruos?

Yo prefiero no creer en los otros Cucos, los reales. Prefiero creer en un mundo donde esos son los irreales, las ilusiones, las fantasías.

Porque mis Muertos son mucho más alegres que los Vivos que encuentro a través de los medios.

Los Siete Lados del Cubo


Aquí, cayéndome de sueño y a punto de irme a dormir, me encuentro escribiendo nuevamente respecto de las pocas cosas que aún se me cruzan por la cabeza.
Creo que puedo abordar una temática que veo reticente y recurrente en los últimos días. Ya haya tomado la forma de críticas o de gente complaciente que alaba mi trabajo, el tema que abordo hoy en día es el de la cultura de la crítica, la naturaleza de mamar lo que se nos presenta y la costumbre de cuestionar.

El otro día recordaba mi manera de leer muchas cosas. Siempre fui de leer todo lo que me cruzaba adelante, y prefería un buen libro de cuentos que irme a patear unos penales con mis amigos. Recuerdo la cantidad y la calidad de libros que leía, y me miro hoy, parado desde más arriba en mi escala evolutiva (para el que no lo haya notado todavía, adoro las escalas y las analogías), y me río. Recuerdo que leer el diario era una Odisea, una hazaña a la cual solo me entregaba cuando había artículos de ciencia o interés general que me atañeran. Sino, esquivaba olímpicamente todo aquello que me resultaba ajeno, adulto, aburrido.
No obstante, en mi ignorancia, tomaba fascículos enciclopédicos, intentaba adivinar el Italiano de una edición viejísima de La Divina Comedia, y pretendía leerme pasajes enteros de la Biblia. Recuerdo también que durante mucho tiempo fantasee con leermela toda de una sentada (aún no lo he podido hacer).

Había muchos textos que pasaban por mis ojos y que, a pesar de que mi mentecita de niño no podía comprender, me interesaban con una curiosidad que hoy recuerdo y contemplo como un verdadero enigma. Textos como las revistas Humor de mi viejo, los Boogie el Aceitoso (plagados de una violencia que me fascinaba) y todas aquellas cosas sobre las que todo niño, con curiosidad de niño, pone sus manos de niño para hacer niñerías.
Creo que el ejemplo más patente de esta clase de textos, que contenían un trasfondo profundísimo y un mensaje que mis ojitos captaban apenas en parte, es con la perdida colección de Mafalda. Mafalda era una nena como yo, con la única diferencia que había nacido cuarenta años antes que yo y que hacía chistes con su renovadísima y ácida sátira del marco social, político y cultural que estaba atada, como todos nosotros y nuestros personajes lo están alguna vez. Recuerdo que leía mafalda con un fanatismo total y terrible, y que siempre descubría algo nuevo en ella que me hacía reír y reflexionar.

Los años pasaron, el niño creció y se hizo un pendejo con demasiadas dudas como para ahogarlas en los textos. Y ese pendejo siguió creciendo, rompiendo el cascarón como lo hacen todos y transformándose en lo que soy hoy.

En algún momento en la rotura del cascarón, fui volviendo a tomar todos aquellos textos de mi infancia que habían sobrevivido a esa década de años que pasaron volando (todas las cosas pasan rápido cuando amás vivir), y comencé a verlo con otros ojos. Aquellas figuras caricaturizadas, aquellos nombres, aquellas ciudades y países que se citaban comenzaban a tener sustancia, comenzaban a ser reales en el registro histórico que conocía. Aquel nuevo idioma llamado sarcasmo se alzaba ante mí como un monstruo inconmensurable.
Y Mafalda dejó de ser Mafalda para empezar a ser Mafalda. La nena heráldica a través de la cual un autor de humor gráfico daba su opinión respecto del loco mundo (que yo sepa, el mundo nunca fue cuerdo) en el que le tocaba vivir, del país que le tocaba sentir.

Así sucedió con muchas lecturas, con muchos personajes, con muchas cosas. Y así como aquellas siluetas grises de la infancia, que yo recordaba con un cariño que luego se trastocó en respeto y admiración, crecieron, engordaron y se llenaron del peso que les correspondía, hubo otras, que si bien no desaparecieron del todo (nada que haya sido parte nuestra desaparece del todo), comenzaron a tornarse humo gris, evanescente. Nada de los viejos héroes simplistas de los primeros años de vida queda, nada excepto canciones al azar que nos recuerdan épocas donde no importaba lo que se pensaba, cómo se vestía o lo que se escuchaba. Todo, excepto esos juguetes viejos y esos recuerdos de una casa que ya no existe.

Pero no es el objetivo de este texto el evocar a la infancia, Unicornio azul de más de uno, sino el Séptimo Lado del Cubo. Eso fue lo que les faltó a los héroes de la infancia, y eso fue lo que tenían Mafalda y tantas otras sombras del pasado que tomaron su buen lugar dentro de mi vida. El Séptimo Lado del Cubo es aquel lado propio, aquel hermoso matiz que le da nuestra propia buena y formada visión a las cosas; pintamos a los otros con nuestra óptica como si fuera una pátina inagotable. No es que los héroes no tuvieran un Séptimo Lado: es que el descubrirlo era la llave para darse cuenta de su simpleza, de su buena fe, de su eternidad. Esos heroes de la infancia vivían en un mundo de dos dimensiones, donde el mundo real (por llamarlo de alguna manera) era algo lejano, idealizado y lleno de problemas de facilísima solución.

Cuando comienzan a abrirse los ojos a la vida, el niño comienza a darse cuenta de que el mundo, tal como lo conocía, era un refugio entre algodones. Todo lo que está afuera es extrañamente hostil y amigable a la vez, pero esa hostilidad crece hasta tal punto que echa fuera a todas aquellas figuras que no pueden sostenerse en este mundo. El Muchacho (ya no más un niño), solo recuerda evocando con cariño a estas figuras por lo que fueron para él en un momento determinado, pero nada más.
El Séptimo Lado del Cubo comienza a formarse en la adolescencia, pero es hacia la finalización de ésta cuando se hace real. Hasta entonces, podemos hablar de un Séptimo Lado como construcción comunal, puesto que para la mayoría de nosotros, la adolescencia es y ha sido una etapa de transición marcada por la amistad, la moda y la masa. Sentirse parte de la masa es, en la mayoría de los casos, la sensación más gratificante que puede existir. es por esto que ese Séptimo Lado es construcción comunal; es de todos porque es de uno.

El Séptimo Lado del Cubo comienza a verse con la crítica y la defensa de ese Séptimo Lado propio. No es bueno la crítica por criticar, ni tampoco la inestabilidad de andar cambiando nuestro Séptimo Lado cada vez que veamos un orden diferente de las cosas: personalmente prefiero un equilibrio entre éstas dos, rescatando siempre una lección de todo pero criticando la situación siempre que se pueda. Después de todo, criticar es el primer paso para construír.
El Séptimo Lado no descansa ni descansará ya. Mafalda, pionera en mi marco de la crítica (a la sazón, Séptimo Lado personificado), seguirá teniendo esa dualidad de ser querido de la infancia que ostenta en sus manos el arma para la protesta pacífica, desde el dibujo. El cartel de huelga es la mejor manera de manifestar desagrado sin destruír a nada ni a nadie.

Los dejo, como siempre, con esta pregunta: Han visto ustedes el Séptimo Lado, o todavía no saben definirlo?


Saludos, y a ver si empiezan a poner comentarios criticando desde su propio Cubo.

Después de todo, Criticar es el primer paso para Construír.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ultraterreno: Empatía

Y si, hoy nos tocó la veta de lo que hay más allá.

Retomado: Porqué dejar abandonadas entradas como esta?

Anyway. Retomaré cuando haya que retomarlo >_>

Ultraterreno: Musas Sucúbicas

Voy a empezar a escribir una serie de artículos llamados Ultraterreno, abordando nuevamente el tema que tanto me agrada y que me tiene que llevar nuevamente a la escritura. Por más que la imágen que esté aquí pueda distraerlos, es la mejor que logré encontrar para esta clase de artículos, esta clase de términos, esta clase.
Hoy me toca escribir respecto de esos seres que pueblan la vida de todos, aunque no todos podamos percibirlos. Amigas eternas de los artistas, torturadores de los lógicos y los moralistas, aquí están las musas.

Quién no tuvo alguna vez inspiración para con alguna cosa, no sintió ese viento cálido soplando en su mente, o no se sintió vitalmente atraído por algo? Las Musas son aquellos seres que están y no están, siempre invisibles y muy presentes para algunos. Las Musas son tan viejas como el hombre, desde el momento que, como decíamos en los artícuos anteriores, todo aquello de raíz metafísica es necesario y es parte de la vida del hombre.
Alguna vez dije que todo lo metafísico tenía creación en la mente del hombre, sentada la base de que la mente es la creadora de todo el entorno, y de que cada hombre tenía una visión diferente (auqnue aproximada) de otro, de otras cosas, de todo. Ésto es muy cierto desde mi punto de vista, obviamente (no voy a volver sobre temas que ya mencioné antes), y podría decir que todo es creación del hombre.
Sin embargo, las fronteras de lo que el hombre crea y destruye constantemente son tan evanescentes como el hombre mismo. Todo aquello que ha sido creado toma conciencia y se transforma, mutando a otras formas que van más allá de la comprensión humana, y trascienden a algo más importante, más complejo o menos esencial que el concepto del que nacieron. Y aquellos entes primordiales y antiquísimos repiran, viven y habitan hoy entre nosotros con otras caras, otros cuerpos, otros rituales. La transliteración de los valores es un proceso tan mecánico que da miedo pensar en lo que sucederá más adelante, en tando el tiempo continúe transcurriendo.
Pero volvamos al punto principal y no nos alejemos. Los entes que se sustentan por sí mismos y por el hombre (eterno, gracias a la memoria colectiva) adquieren semejante forma para darse a entender al hombre. Usualmente, la gran mayoría permanece alejados de la vida cotidiana del hombre común, probablemente como observadores, como expectantes, como lo que sea que asuman el papel. Probablemente, nunca lo sepamos, o si lo llegamos a saber no podamos expresarlo con palabras. Estos entes tienen una función, un papel y una identidad como todas las cosas que pueblan nuestro universo, desde un átomo hasta una nebulosa. Todo sucede y existe por una razón.

En este artículo, post o como quieran llamarle voy a tratar el tema, como dije más arriba, de las musas desde mi concepción (puede parecer estúpido, pero es mejor aclararlo. Mi idea no tiene porque ser la suya). Párrafo más arriba hablaba de la razón por la que todo existe y sucede; las musas existen para exaltar, suscitar y despertar la inspiración apasionada que late en todo hombre. Por supuesto, los hombres somos únicos en todo aspecto, por lo que nuestras musas difieren terriblemente en aspecto, modo de actuar y sentimientos. Las Musas están ahí como catalizadores de todo aquello por lo que el hombre moriría, viviría, por lo que le proporciona felicidad y placer el simple hecho de respirar.
La gran mayoría de los Pueblos Antiguos tenían definiciones concretas y muy buenos mitos para explicar el orígen y la naturaleza de estas potestades. Según San Wikipedia:


"En la mitología griega las Musas (en griego Μοῦσαι Musai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y las ciencias. Originalmente fueron consideradas ninfas inspiradoras de las fuentes, cerca de las cuales eran adoradas, y llevaron nombres diferentes en distintos lugares, hasta que la adoración tracio-beocia de las nueve Musas se extendió desde Beocia al resto de las regiones de Grecia y al final quedaría generalmente establecida."

Aquí se ve explayado la identidad que yo les doy a las musas, esto es, la de inspirar y dar al hombre aquello que despierta lo que duerme en él. Los Griegos las clasificaron y le dieron un motivo y uso de su papel, lo cual yo descarto al decir que no todos los hombres ven el mundo de la misma manera, volviendo a los artículos anteriores de la concepción de los Muchos Mundos.
No obstante, las Musas, como potestades que son, existen para todos tal como la Realidad intangible es regular para todos. La forma que asuma dependerá de cada uno; la musa inspiradora no será la misma para un pintor surrealista que para un Ingeniero Civil. Ojo, tampoco digo que las profesiones definan a los hombres (aunque, en gran parte, lo hacen), pero haciendo generalizaciones muy grandes, esta es una manera de llevar un ejemplo entendible de lo que quiero decir.

Las Musas, principalmente, suscitan las pasiones del hombre. Puede sonar muy sencillo, pero en realidad es un proceso tan complejo y reprimido tanto para mi como para todos. Gracias a ese invento del hombre, la moral, la gran mayoría de los estimulos que las musas despiertan en nosotros son usualmente interpretados como locura, maldad o algo que infringe la norma regular de la moralidad. Mirar lujuriosamente a alguien o pensar en las horas de inmunidad para hacer justicia por mano propia, como decía el artículo anterior, usualmente son pensamientos sucedidos por una reprimenda mental o social, dependiendo el caso. Aunque, gracias a los Dioses, este nuevo Milenio vio nacer una humanidad de mente muchísimo más abierta, aún hay normas que nuestras musas insisten en quebrar para despertar lo que el hombre tiene dentro suyo. Los Psicólogos basan gran parte de su ciencia en ésto, y la gran mayoría de las disciplinas que imponen un estricto código moral declaman como demoníacos semejantes impulsos, dándole un carácter de "eso es malo, no se toca, no se hace, no se piensa" para poder obtener la lealtad del súbdito. Es atando las pasiones del hombre como se lo controla, y es así como la gran mayoría de los credos que pueblan el mundo (con las excepciones, que siempre existen) controlan a su pueblo.

Las Musas existen siempre en la vida de todo hombre, son la regla. Por más agnóstico, criticista o lógica que sea tu mente, tu Musa se ríe de que la descreas, porque existe bajo formas que a algunos les cuesta dilucidar. Ignoro si a la (o las) Musa(s) le(s) importa saberse descubiertas o no, pero no creo que realmente sea relevante. Porqué hacen lo que hacen, porqué existen... probablemente ninguno de nosotros pueda jamás responderlo. Quizás las Musas sean una proyección de nuestro carácter más oscuro y retorcido, aquel catalizador que todos también tenemos y a veces se dispara solo. Quizás sean entes verdaderos, cuyo sustento son las pasiones de nosotros, los mortales creadores. Quizás las Musas solo estén aburridas.

El carácter sucúbico que le doy a las Musas es necesario desde mi concepción, puesto que las Musas despiertan la prohibición, el deseo imposible, la erradicación de los esquemas mentales. Las Musas nos asaltan a veces con ideas que nos horrorizan o nos avergüenzas, con conceptos que nos son ajenos o con "malas" ideas. Son la tentación por excelencia, y desafío que alguien me diga "jamás tuve de esos". Es engañarse a si mismo, es molestarse y reprimir la Musa que con su risa silenciosa se queda al márgen, mientras nos tira bocadillos como si fuésemos sus mascotas.

Que quede bien claro: el hombre es el que tiene la capacidad, el hombre es quien tiene el catalizador. El hombre es el principio y el fin de esta ecuación, y sin él las musas no tendrían probable razón de existir. Qué papel cumplen entonces las musas, o mejor, porqué están ahí si el hombre es capaz de ser y hace todo?

La respuesta es relativamente sencilla. Las Musas son la chispa, el sabor, el condimento del hombre (iba a poner del artista, pero es mejor decir hombre). Sin ellas, no tendríamos sueños que nos influencien, ni experiencias que nos marquen. Las pasiones del hombre se suscitarían, si, pero con tanta regularidad y seriedad que terminaría resultando rutinario y aburrido. Las Musas son el factor sorpresa, lo que le da la emoción a nuestra propia conciencia.

Desde mi propia experiencia, me llevó 17 años de mi vida el hacerme conciente de mi Musa (es una sola, o por lo menos así la veo). Es muy compañera y, cuando ambos nos ponemos a producir, salen las cosas más disparatadas que puedan llegar a pasar por mi cabeza. Hay veces que estoy sobreestimulado y desaparece del todo, o por lo menos, yo no la percibo más. Hay veces que hace apariciones esporádicas, bajo máscaras que a veces me hacen reír (la última vez se me apareció en sueños bajo la forma de Rhode Kamelot, de la serie D.Gray-Man), y hay veces que la sexualidad, la ira o la alegría son el perfecto caldo de cultivo para que ella aparezca. Personalmente, disfruto muchísimo de conocerla y saber que ella me conozca. La percibo muy presente cuando está, no viéndola con mis verdaderos ojos sino con otra clase de presencia. En sueños se me manifiesta, a veces, con tanta presencia que me abruma.

Agradezco el tenerla cerca. Y los invito a que descubran y le den un carácter, un nombre y una personalidad a su/sus propias musas. Ahí afuera hay credos, creencias y rituales para agradecerles, hacerles peticiones o, simplemente, invertir tiempo en ellas. Puede sonarles estúpido, pero si dejan su mente un poquito abierta van a poder "divagar" lo suficiente como para descubrir que la Musa realmente toca sus vidas.

Disfruten la vida

Saludos


PS: Dejen comentarios si disienten de algo de mis escritos. Las críticas son bienvenidas, y también debatidas ^^

jueves, 19 de marzo de 2009

Artículo: El Monstruo que Llevamos Dentro

Hola! Antes de empezar a Transcribir, creo necesario poner un pequeño prólogo de mi parte aclarando un par de cosas. Este Artículo no es mío, sino que es el primero de muchos que pienso subir acá para compartir, puesto que no encuentro

Artículo: La Bestia de Dos Cabezas

Hola! Antes de empezar a Transcribir, creo necesario poner un pequeño prólogo de mi parte aclarando un par de cosas. Este Artículo no es mío, sino que es el primero de muchos que pienso subir acá para compartir, puesto que no encuentro su extensión virtual por la web. Segundo, Este Artículo es el actual prólogo a la edición de la Nueva Biblioteca Clarín de la Historieta, correspondiente al número del Increíble Hulk.

Podrán hacerse un alto a este momento de la lectura y decir WTF?! que tiene que ver el Increíble Hulk con lo que veníamos leyendo hasta ahora?

Es relativamente sencillo. En este artículo, como leeran, Eduardo de la Puente aborda el tema de la moralidad, la bestia interior, y lo que tiene que ser (o no). La lectura se hace muy sencilla y tiene un orígen tan copado, que no pude dejar de ponerlo como prólogo al próximo tema que quiero encarar (moralidad). Así que nada, a transcribir.

El Monstruo Que Llevamos Dentro
Por Eduardo de la Puente

Siempre me resultó doloroso lee Hulk. Bueno, de hecho casi siempre me resultaba tan doloroso como fascinante leer las historias que proponía (y propone aún hoy, elevando su apuesta permanentemente) la editorial Marvel.
Ya es sabido que el secreto de la "Casa de las Ideas" fue teñir de un hondo dramatismo la vida personal de sus superheroes, en contraposición con los nacidos de DC Comics (Batman, Superman) que -hasta mediados de los 80- sólo lo hacía cuando sus protagonistas tenían puestas las capas, circunstancia en la que algún villano de turno amenazaba sus existencias. Para los personajes de Marvel, los poderes sobrehumanos eran todo lo contrario a una ventaja: eran una verdadera maldición.
Fue por eso que Spiderman ganó mi corazón, en desmedro de mi pasión por batman, cuando a los seis o siete años de edad descubrí una de sus aventuras publicadas en forma de suplemento por la revista El Tony; en vez de un huérfano millonario me encntré con un fotógrafo freelance al que le cotaba pagar los remedios de su tía anciana y enferma, que tenía una novia rubia y perfecta que detestaba a su alter ego arácnido -buscado por la ley, dicho sea de paso- y que, tras cinco años de romance editorial, muere asesinada por el Duende Verde. Asesinada. Muerta. Kaput. Somos muchos los que todavía lloramos a Gwen Stacy.
Mientras Superman solo era vulnerable a un material llamado kryptonita -y andá a conseguir un pedazo de kryptonita si no solés viajar por el espacio con frecuencia- cualquier bala puesta en la cabeza de Peter Parker era suficiente para darlo de baja. Y Daredevil era ciego. Y el doctor Reed Richards (a la sazón Mr. Fantástico) se veía obligado a transformar a su hijo en autista para evitar que su poder mental aniquilara el universo. Y Thor era desterrado de Asgard por amar a una mortal. Y los X-Men eran objeto de discriminación, como los negros, los judíos y los homosexuales. Y Tony Stark (Iron Man), que también era multimillonario, devenía el alcoholico.
Leer cualquier historia de la Marvel implicaba atravesar circunstancias dolorosas y el mensaje final, no siempre cabalmente esperanzador, era que un verdadero superhéroe es quien logra superar esas adversidades, que a todos nos tocan con mayor o menor intensidad. Y, fundamentalmente, que eso no depende de poder pegarnos a las paredes, manejar el clima, o saltar entre universos; solo de nuestras limitadísimas capacidades humanas. Pero leer Hulk siempre dolía un poco más que el resto y recién 30 años más tarde entendí porqué.
Cuando stevenson dio forma literaria a la bestia interior creando a un Mr. Hyde para su Doctor Jeckyll sabía lo que hacía. Porque así como cada uno de nosotros tiene su muerto en el placard, también tiene al angelito y al diblo de los dibujos animados subidos a los hombros, la lucha constante entre lo que debe ser y lo que la tentación quiere que sea. La literatura los habrá transformado en un tímido facultativo que liberaba su lado oscuro a través de un grosero y monstruoso bon vivant; el cómic en un timorato científico que lo hacía mutando en un gigante verde o gris, de acuerdo a la época.
Y aunque estas proyecciones simbólicas que propone el arte parecen exageradas, poco pueden compararse al verdadero horror de lo que llamamos "realidad".
No es casual que una de las primeras letras que me tocó escribir para mi banda Trístemente Célebres se llame "El Monstruo de dos cabezas"; palabras más, palabras menos, me dedico a reconocer el Hulk que llevamos dentro, ése que de vez en cuando se libera y nos empuja a cometer actos que preferiríamos adjudicar a otro.
Desconfío de quien no haya tenido un ataque de furia al menos una vez en su vida, un arranque en el cual pudo liberar su ira, su frustración, su depresión. Desconfío de quien no haya herido, al menos una vez, el objeto de su afecto, lanzando una palabra afilada y punzante a modo de ese puñetazo devastador con el que Hulk puede derribar montañas. Y desconfío porque esa serenidad me suena mas propia de un personaje de historieta que de un ser humano.
Bruce Banner no logra controlar a su demonio interior y, a lo largo de estos 45 años, lo ha intentado de todas las formas posibles. La mayor parte de nosotros también, solo que a diferencia del científico que alguna vez se fue de mambo con los rayos gamma, cada vez que nuestro monstruo muta creemos haberlo dominado, negando que esa expresión que vemos frente al espejo sea la nuestra, intentando ignorar el hecho de que podemos escucharlo respirar en algún rincon de nuestras mentes, agazapado, esperando la oportunidad de catapultarse al exterior.
No, no te hagás el desentendido, que nadie está exento. Porque puede hbaer una diferencia de forma -substancial, de acuerdo- entre el tipo que se vuelve loco, caza un rifle y desde una azotea se dedica a bajar transeúntes con lo que puede sucedernos cotidianamente a cualquiera de nosotros, pero el fondo es el mismo, ¿O acaso no fantaseaste alguna vez con disponer de 24 horas de inmunidad para hacer justicia por mano propia? ¿O acaso no se te fueron de costado los ojitos en la playa, tratando de no girar el cuello, cuando algún cuerpo lo ameritaba? ¿Nunca tuviste ganas de mandar todo a la mierda y, cuando vengan, destrozar las consecuencias a patadas?
Ése es Hulk golpeando las paredes de tu moral.
Hoy Bruce banner sabe defensa personal, aprendió tácticas orientales de relajación, sigue más de cerca la evolución teconológica de los sistemas de vigilancia y puede esconderse mejor que nunca. Hulk se volvió más primitivo y cada vez le importa menos mostrarse cuando la cabeza grita "basta". Él -o ambos- es perseguido por sofisticadísimas organizaciones terroristas que a veces responden a algún gobierno y a veces actúan en forma independiente, tratando de asimilarlo y usarlo como arma.
Los tiempos habrán cambiado, las prisiones reales, virtuales o mentales se habrán perfeccionado, pero en el fondo del ADN todo es igual que en el comienzo.
Me atrevería a afirmar que Banner no sufre tanto el hecho de ser Hulk como Hulk el hecho de tener que ser Banner.
Porque Hulk es más auténtico, mas visceral y más sincero.
Porque Hulk es más humano.
Porque Banner y nosotros remamos contra la corriente tratando de cambiar.

Y Nuestro monstruo sigue siendo el de siempre.





Eduardo de la Puente
Periodista y conductor de radio y TV, publicó el ensayo Rock! (1986), cuatro recopilatorios de guiones de radio y los volúmenes de cuentos "Por qué tardé tanto en casarme" y "El día más feliz de mi vida y otros relatos igual de estúpidos". Actualmente es conductor de Cuál es y CQC, y guitarrista de Trístemente Célebres.

Aclaración Necesaria

Ayer estaba pensando tranquilamente en mi habitación mientras meditaba, y creí necesario hacer esta aclaración

Todo lo que leen aquí no es más que el producto de muchos años de lectura y de muchos textos que se suceden diciendo lo mismo. Mi parte en estos textos es solamente el elemento poético, fantástico o metafísico, si lo desean, pero no puedo adjudicarme la autoría de algo que no me corresponde. Además, y para quienes comparten estas ideas, adjudicarse la autoría de ellas es algo tan risible como reclamar los derechos de autor de los mares, o ponerle la firma a una tormenta.

Saludos, y gracias por leerme

miércoles, 18 de marzo de 2009

Lo que No Es, o El Mundo Oculto

Acá me voy a desautorizar un poco y a contradecirme con mi anterior punto de vista criticista, aunque si leen mi anterior entrada comprenderán que solo intento compartir con ustedes parte de mi visión del mundo. Como siempre, el Mundo Comunal no acoje todos los estímulos que todos los hombres echan sobre él, así que no esperaré ser comprendido del todo. Tómenlo como de quien viene, y tómenlo con soda.

Hoy voy a escribir sobre aquello que No Es.

La expresión que busqué para hablarles de este tema es algo contradictoria en sí misma y poco explicativa, pero la tomé por nacerme al momento de escribir, y porque su sentido poético-lírico me agrada. Puede recibir tantos nombres como los hombres decidan ponerle, siempre y cuando se valoren las analogías.
Lo que No Es es todo aquello que no puede ser puesto en duda, todo aquello que siempre genera la risa del hombre Post-Modernista y todo lo que es puesto en tela de juicio por su más próxima inverosimilidad (no se si existe este término). Por más que en mi entrada anterior declaré que todos debemos dudar de todo, y que cualquier cosa puede ser puesta en duda, hablo de esta clase de cosas por ser éstas las que caen casi siempre en la duda y la jactancia lógica, casi sin exepción. Lo que No Es es todo aquel conocimiento, sentimiento o valoración que no tiene un orígen que podríamos denominar lógico, esto es, todo aquello de orígen y destino metafísico. Sin duda, y para aquellos que me conocen, tengo una creencia firme y arraigada en estos pensamientos y sentimientos ajenos del cuerpo local y referente al que todos los hombres se acogen y se abrazan. Mi vida Metafísica constituye para mi una parte tan natural como lo es comer y beber, y si lo comparo con el apetito, el mío casi nunca está sereno.

La Metafísica, el Mundo Oculto o lo que No Es propiamente dicho es todo aquel conjunto que todo hombre tiene alguna vez. Me niego a creer que algún hombre en ningún momento de su vida se vio a si mismo existiendo en ese mundo de complejas analogías que es el universo metafísico, y descreo a todo aquel que me diga que nunca sintió nada más que lo que su mente racional le dijo. Es propio del hombre, debería decir, sentir o pensar cosas que "no debe", o que no tienen origen aparente. Para sistematizar y jerarquizar aquellas cosas de las que el hombre no tiene anclaje físico, se creo el mundo Metafisico, tan viejo como el hombre mismo. Desde los inicios de la Prehistoria hasta la actualidad, siempre han existido religiosos y espiritistas, ocultistas y mediums, sacerdotes y magos transhumantes. Lo desconocido atrae y asusta, como la llama a la polilla que se acerca hasta quemarse y darse cuenta que aquella luz es tanto origen de fascinación como de peligrosidad.
Muchos Hombres funcionan a base de este Mundo Oculto. Para Muchos, su propio Mundo Individual es un Mundo Oculto, y para otros tantos, una vida en la que lo que trasciende a lo físico no existiera no sería una vida (me incluyo entre los últimos). Qué es con certeza lo que nos impulsa a este determinismo, no puedo asegurarlo, puesto que con mis veinte años de vida todavía no pude hallar una buena excusa para poder decirnos a nosotros mismos qué es lo que nos lleva a eso. Supongo que todo hombre necesita la serenidad que, a veces, solo puede dar una entidad totalmente ajena y superior, la certeza de saberse amado y querido por algo, o protegido (en el caso de los que conocen la existencia de un Dios benevolente). [Nota: puse 'conocen', porque para los que habitan el Mundo Oculto es éste un conocimiento, no una creencia. Una creencia deja todavia el lugar a la duda, el conocimiento es inalterable para el hombre, exceptuando el hombre mismo]

Muchos tambíen deciden encarnar el mal y las desgracias bajo diversos avatares, así como las fuerzas de la naturaleza. Las Grandes Religiones Politeístas de antaño tenían Dioses para todo: para los caminos, para la nieve recién caída y para la nieve derretida, para el amanecer y el anochecer, para la noche, para las diferentes fases de la luna, para el relámpago y la tormenta. Todo era digno de ser divinizado, respetado y temido. Para ellos, su Mundo Oculto era excelente en lo que se dice diversidad, pero mis estudios me llevan a pensar que era su existencia particularmente difícil de vivir, puesto que sus Dioses no representaban sino crueldad e inalterabilidad. Tal como las potestades de la naturaleza.
Los Dioses nuevos son benevolentes, y no reclaman sacrificios humanos. Las deidades y los semidioses que han sobrevivido al proceso racionalizador del Iluminismo son benevolentes, y sino corresponden a sus adoradores es por un incumplimiento, y nada más.

Es un hecho cierto que la Fe mueve montañas: es éste uno de los principios básicos de mi concepción del mundo (léase la entrada anterior; un Hombre lo suficientemente determinado es capaz de cualquier cosa). Es, también, una certeza a mi manera de ver que los Dioses encarnan muchas de las cosas deseadas, o sentimientos que necesitamos en nuestra vida y nos damos a través de ellos, sino por nosotros mismos. Pero creo que éste es solo el proceso inicial a la hora del Mundo Metafísico; el de la creación de los Dioses.

El Hombre está abandonado en un planeta girando en la inmensidad del espacio, solo, desolado y falto de afecto. Crea para esto un Dios que lo acuna, que lo ama, que lo protege. Pero es entonces cuando el Dios comienza a existir en sí mismo, y es el primer hombre que creó a Dios el único que no se verá iluminado en su totalidad por Dios. Son sus descendientes, para los que la concepción de un Dios será tan natural como respirar, los que tendrán la inmensidad de la luz del Dios, puesto que no conocieron el mundo de su precursor, aquel mundo deshabitado y árido. El creador del Dios muere, y con él, muere la concepción del Mundo Deshabitado y árido.

Si los Hombres son capaces de crear entidades tan poderosas, entonces, porque no son ellos mismos los que toman las riendas de la Realidad? Aquí está el problema que es respuesta y problema en sí mismo. El Hombre se ve, usualmente, a si mismo como una cosa imperfecta, una creación, algo inútil y perfeccionable. Si no fuera así, las mayorías de los Credos que rondan el mundo no abogarían a favor de la evolución, el cambio para mejor y lo demás. Como el Hombre es una cosa que, de ser puesta bajo el mando de la Realidad, solo haría errores, se crean a los Dioses, que son idealizados hasta la exageración en una perfección y complejidad que jamás ningún hombre alcanzará mientras ellos (los Dioses) vivan. Y, para qué perfeccionarnos si los Dioses son los responsables de todo? Es más fácil echarle la culpa a esas entidades supra-terrestres que asumir la verdad. Es mucho más sencillo adjudicarle toda buena acción o "buen favor del destino" (la mal llamada suerte) a los Dioses, que al hombre mismo: cómo va a ser el Hombre, criatura deleznable, la causa de lo bueno?
Si se considera que el Hombre tiene que ocupar el lugar de Dios, en la gran mayoría de los credos, es considerado Herejía. Vemos el mejor de estos casos en Lucifer, que no era hombre sino Angel (supuestamente, la otra posibilidad para los Hijos de Dios), y que intentó vivir por sobre su Dios. Los Hombres lo condenaron a vagar como un demonio y un ser estupidizado, degradado por todos los medios posibles, y lo hicieron la encarnación del mal en sí mismo. Lucifer, que era el mejor y el Hijo más Amado de Dios, no puede haber sido el único que consideró que podía existir sin tener que someterse al yugo de su padre?

Pero no nos vayamos de tema. Los Dioses, en este Mundo Oculto que cualquier hombre puede tener, son reales. Nada puede separar a un hombre que vive en el Mundo Oculto de sus Dioses, sus potestades y sus rituales. Lo digo por experiencia propia, y puedo comprender (o creo poder) la gran mayoría de los hombres que adjudican valores importantes a entidades superiores (o inferiores). Me encanta creer en la existencia de muchísimas cosas que, para otros, son pura superchería; me encanta tener una vida espiritualmente acitva y me fascina informarme y conocer acerca de otros Mundos Ocultos, otras concepciones de la misma cosa: la entidad metafísica en sí.
Ojo, no estoy diciendo que todas las cosas que nos responden desde el 'otro lado' sean nuestra creación. Así como en mi entrad anterior aseguré que los muchos Mundos Individuales se superponían y coexistían en una Realidad que era la Caverna sumida en la Oscuridad, en este Mundo Oculto también existe una Realidad de la cual arraigarse. Creo correcto decir que, incluyendo el Mundo Oculto en la metáfora de las Luces Diferentes, la Realidad del Mundo Oculto correspondería al techo. Muchos hombres con luces diferentes pueden mirar hacia arriba y ver muy poco; algunos ven una protuberancia rocosa colosal, y muchos pueden afirmar eso ya que su tamaño no deja lugar a dudas: de ahí el orígen de los credos masivos. Los que ven la Roca y no le prestan demasiada atención, o hacen su análisis basándose en el racionalismo, son los agnósticos para los cuales el Mundo Oculto está apenas abierto, o a una distancia considerable.

Que es la Realidad en el Mundo Oculto? Creo que no puedo afirmarlo con seguridad. Creo y conozco que hay cosas en ese mundo que trasciende nuestros cinco sentidos mucho más antiguas y eternas que el hombre mismo. Sé que pueden ser entidades o pueden ser simples creencias sueltas, sé que pueden no revelársenos nunca. Pero, una vez más, y ateniéndome a mis propios principios (como todo hombre, creería), ésta es solo mi concepción del Mi Mundo Oculto desde los ojos de mi Mundo Individual. Si, la Realidad que vemos es siempre una fracción muy ínfima de lo que de verdad es.

Para finalizar, diría que la Realidad del Mundo Oculto es como esa tempestad de ideas que describía Saussiere a la hora en que un niño forma su lenguaje: esa andrómeda de ideas sin forma, de las cuales el niño va sacando pedazos para sistematizarlos con su significado y significantes a lo largo del tiempo, en su lenguaje.
Y, así como el niño sistematiza el lenguaje y forja esa nube de miasma en palabras, el Hombre puede tomar de la misma masa trozos para forjar a sus Dioses y sus entidades metafísicas, así como también puede dejar esa nebulosa eterna sin forma o puede no verla en lo absoluto.

Creen ustedes en algo que trascienda la concepción clásica y simple de la existencia humana? Los invito a contármelo. Me encanta oír nuevas concepciones de viejos aspectos, o viejas concepciones de nuevos aspectos.

Un saludo, y espero no haberlos aburrido

Los Muchos Mundos

La noche me recibe siempre en su cálido abrazo, y el día me levanta con suaves empujones. Pero por más que me ponga poético, este texto no va a abarcar mis elogios y amables palabras para los diferentes momentos del día, o para el día en sí.
Este texto es para hablar de todos los días, de todos los años, de todas las unidades temporales posibles. Este texto es para hablar del Universo que habitamos, que habito, que habitaremos y que habitaré; ese mismo mundo lleno de guerra, peste, muerte y desolación: ese mundo que es flor y primavera, que es nacimiento y muerte, que es luna reflejada sobre las olas y sol verdeando campos de vida.
Esto es respecto de los mundos, todos esos mundos en que existimos y co-pensamos.

Partamos de la base de las diferentes concepciones del mundo. El mundo, el Universo, el ser humano no es el mismo para un religioso que para un científico, ni tampoco para un ocultista, ni para un ingeniero. El Mundo de cada uno, ante los ojos de cada uno, cambia con cada ser humano, así como cada ser humano es distinto y distinguible de cualquier otro. Y así como los copos de nieve no tienen igual con ningún otro, los mundos que creamos no tienen comparación con ningun otro.
Es, entonces, el mundo comunal una mera mentira, una ilusión, una hipocresía colectiva? No, el mundo comunal existe, pero existe como el resquicio y el desgasto de cada uno de los mundos comunes. Un hombre puede crear en su mundo lo que desee, y puede hacer de su vida la más alegre o la más desgraciada si lo desea. No puede saberse con certeza el origen del mundo comunal; puedo afirmar, desde mi concepción, que los muchos mundos coinciden en muchísimas cuestiones a lo largo de lo que es definición, creación y creencia. Puedo afirmar, por ejemplo, que la gran mayoría de los hombres (odio las generalizaciones, inclusive con aquellos casos que parecen afectar a la totalidad) sabe que si suelta un objeto este caerá irremediablemente al suelo (Ley de Gravedad). Puedo afirmar que la gran mayoría de nosotros sabe que el día sucede a la noche, y ésta a un nuevo día.
Es en estas características que los muchos Mundos, los copos de nieve, coinciden y pueden ser comparados; de ahí es que podemos relacionarnos, habitar y existir. El Mundo nuestro puede llegar a resultar un problema cuando queremos hacer que el otro vea a su propio Mundo con nuestros ojos, puesto que esto resulta imposible para casi todos (para un hombre dispuesto, nada es imposible). La imposición y la violación del libre albedrío de unos sobre otros resulta en la violenta extinción de la multiplicidad de los mundos, y en su terrible falta de originalidad radica el mundo común, apagado y triste al que la gran mayoría de los hombres suele acogerse.
Suponiendo que un hombre cualquiera es criado en una familia que tiene un negocio propio que ha pasado de generación en generación, la mayor y principal predisposición de este hombre será crecer (rodeado de todo lo que eso implica, con la firme tradición afianzada y arraigada) y tomar la posta de su familiar en orden superior, a saber, su padre o su abuelo. Pero puede que, de todos los mundos que "toquen" su mundo en el proceso de crecimiento, haya alguno que pueda movilizar sus esquemas de pensamiento lo suficiente como para que considere dejar el negocio familiar, tan querido y rutinario, para ceder a una nueva óptica de vida.

Sin lugar a duda, los muchos Mundos se tocan. Todo el tiempo, con acciones, hechos y palabras, los Mundos de otras personas nos rozan, nos acarician, nos empujan y nos tientan. Cada hombre predica, sin saberlo y sin darse cuenta, su modus vivendi con su mera proximidad. Desde el modo de vestirse, el modo de moverse y de mirar a los demás, expresan sentimientos, pensamientos, impulsos propios de él o de la masa que le influencia. Este código es tan antiguo como el hombre mismo, y es probable que más de uno de ustedes, lectores, haya pensado y considerado esto alguna vez: es propio de la naturaleza humana indagar. Nunca quisieron analizar a una mujer hermosa sentada en un colectivo? Nunca quisieron imaginarse la historia que llevó a un vagabundo a la calle? Nunca percibieron el aire apagado en torno de los que quieren conseguir adeptos para su credo?

Si, los Mundos se tocan y se modifican constantemente entre sí. Desde el hombre que ofrece una nueva experiencia a otro (por ejemplo, incitándolo a probar el tabaco, o a leer un libro) que para él ya es regular, lo está invitando a copiar características propias de su Mundo, y es así como las semejanzas hacen que cada individuo pueda cohabitar un propio mundo comunal.
El Mundo Comunal no es más que la unión de todos los rasgos irrevocables que existen dentro de todos los Mundos Independientes, aquellos propios de cada persona. Es probable que los Mundos Independientes se asemejen muchísimo en el caso de ciertas comunidades, de ciertos grupos o secciones sociales (como grupos religiosos, comunidades de amigos o conjuntos de alumnos), pero nunca son del todo iguales. Cada hombre es indivisible e inigualable.
El Mundo Comunal se asemeja, en cierto sentido, a la luz. Cuando es descompuesta, se puede apreciar en el espectro que son muchos los colores que la componen: no obstante, solo existe cuando todos esos colores coinciden.

El roce o el contacto, o mejor dicho la concepción de cada uno de los Mundos Individuales de los otros podría explicarse con una excelente metáfora que voy a pedirle prestada a la película Unbreakable (creo que era de ahí). Al explicarle un hombre a uno de los protagonistas el porque era poseedor de ciertas "facultades especiales" que el resto de los hombres no tenía, el hombre decía: "Imagínese que la Realidad es una Cueva por completo oscura, o una Caverna en la que los Hombres regulares están sumidos en la oscuridad, y así pasan toda su vida, andando a tientas con los pocos sentidos que poseen. Nosostros (refiriéndose a los que tenían facultades especiales) somos hombres, pero poseemos antorchas que nos permiten ver parte de la caverna. Por supuesto, jamás podremos contemplar la totalidad de la caverna, pero podemos ver con nuestra pequeña luz haces, pedazos, trozos de lo que nos rodea como realmente es"
Modificandola, mi metáfora quedaría así: Somos hombres sumidos en la Oscuridad de la Realidad, y nos es dada nuestra pequeña luz para que relatemos como es nuestro mundo desde nuestros propios ojos. La Caverna de la Realidad es la misma para todos los hombres, pero que sucede cuando dos hombres con antorchas se topan en la oscuridad? Por supuesto que ninguno de los dos verá al otro de la misma manera que cada uno se ve asimismo. Para empezar, cada uno se ve asimismo como desea o como cree verse; nunca se contempla realmente a uno mismo, sino lo que los ojos de nuestro mundo nos dan como imágen subjetiva. Y como segundo punto, cada hombre ve a otro con su propia luz, y no con la ajena: es decir, verá sombras donde deba verlas y formas donde decida verlas, puesto que las luces no son iguales a todos. La Luz es la perspectiva del mundo en nuestra metáfora, y es ahí donde se explica perfectamente lo que quería narrarle al lector: es probable que jamás comprendamos del todo al otro, al semejante, al que tenemos delante: esto es posible desde el momento en que él mismo no puede comprenderse ni conocerse en su totalidad, ya que sus ojos no son otros que los del mundo que él mismo creó. Pero, con la suficiente paciencia y persistencia, podemos llegar a un punto medio, a una pseudo-comprensión y conocimiento de lo que los mundos de los otros son.

Por supuesto, no quiero abordar acá el tema de las relaciones: ese es tema que dejo para más tarde o más adelante, así que me limito a hablar respecto de los mundos y a concluír este post con una breve réplica a la refutación más básica y esencial que se me ocurre para todo lo escrito más arriba.
Probablemente me puedan tildar de loco al decirles que todo hombre es capaz de hacer, decir, pensar o sentir lo que quiera, con tal de que se lo proponga. También pueden decir que no creen en mi visión de los muchos mundos que se tocan y se modifican, ni en que la Realidad nos sea desconocida. Desde el momento en que el hombre considera atarse bajo las leyes que él mismo crea y se impone, su visión se limita claramente: no es la misma mente la de un matemático que la de un profesor de Historia, ni tampoco es su predisposición al cambio y a la novedad. Lo novedoso y lo desconocido asusta, espanta, y está también en nuestra naturaleza volver a la tranquilidad y la paz, la serenidad y la seguridad. Que un hombre le diga a otro que es el responsable de su propia suerte puede ser alentador o muy cruel, dependiendo de la situación.
Pero, volviendo al tema, el hombre que desmiente mis palabras y las sumerge en el mar de las pamplinas está simplemente juzgando mi mundo desde su luz, lo cual no está mal mientras no intente modificarlo. Todos los mundos y todas las visiones son válidas, y hay tantas como hombres existen y existieron.

Vivan su mundo y creen su propio mundo con lo que les hace sentir bien. Vivan alegres y construyan su futuro con la misma templanza con que vivieron hasta ahora. Nadie puede ni debe desautorizarlos a hacer, pensar o sentir nada. Nada está mal, excepto el intentar modificar el mundo de los otros.

Sean felices, y espero que mi caotico escrito no los haya llevado por caminos tempestuosos.

Vedaust

viernes, 13 de marzo de 2009

La Piel del Otro

Saliendo del habitáculo de un compañero, congénere, hermano de la vida y serena companía de todas las horas, hace unas cuantas noches atrás, reflexionaba respecto de un tema del que me había tocado ser oído y oreja.
Respecto de aquel tema, dos facciones tenían opiniones diferentes respectos de un mismo tema; o mejor dicho, una de las facciones pensaba actuar bien mientras que la otra le insultaba encarecidamente e intentaba defenestrar sus principios con una relativa violencia.
Ahora, cualquier espectador puede hallar esta situación repitiéndose a lo largo del globo bajo máscaras de mil y un colores, y si nos atrevemos, también hacia atrás en el tiempo. Si por algo se caracteriza el hombre es por la plena convicción de que lo que el cree, piensa, siente o crea es lo correcto, y lo que hace, realiza o destruye su hermano, padre o hijo es lo erróneo. Uno nunca es el culpable a los ojos de su conciencia, o si lo es, se le disfraza para siempre en esa máscara multicolor de la que hablaba antes.

Ahora, generalizando mucho (y es un mucho muy grande), sacando del medio miles de tonos de grises en el medio, creo que puedo decir que hay dos clases de personas ahí afuera.
La Clasificación más primaria y/o el estadío básico es el de la conciencia, la certeza, la sinceridad de saberse acertado. El principio a sostener es un hecho ineludible, incuestionable. Todo aquel que sostenga algo que contradiga o atente a la integridad del Principio es un mentiroso, un hereje, una persona a ser eliminada o modificada por la peligrosidad que implica su mera existencia: la de tambalear y hacer caer los frágiles pilares que sostienen el mundo que alberga al primer hombre y a su adorado y querido Principio. Muchos de nosotros tenemos partes de este Primer Hombre dentro nuestro, desde el momento en que ninguno de nosotros duda en el funcionamiento de los complejos (aunque parecen simples) sistemas que nos rodean y hacen posible nuestras vidas, ni de los demás.
Hasta el más agnóstico puede llegar a acumular un poco de Fe.
Para el segundo hombre, sin embargo, no existen Principios por así decirlo; o si existen, son muchos. Para el segundo hombre, los principios son cuestionables, endebles, modificables: está buscando siempre imperfecciones en todos lados y no hay principio que escape de su vista escrutadora (o escrutante, whatever). Si algún principio escapa a su exámen, es porque lo desconoce o no le ha sido revelado su existencia todavía. Este hombre, el total opuesto al primero, es un hombre que está en constante análisis de su entorno. Aunque no lo demuestre, su mente trabaja con hipótesis aceleradas y descartadas con la propia velocidad del pensamiento. Como el primer Hombre, todos tenemos un poco de este hombre dentro nuestro, y es durante la adolescencia, etapa de hermoso y bello caos, donde más aflora esta faceta que cuestiona constantemente, inclusive con prepotencia.
Hasta el más pretencioso puede llegar a formularse una pregunta alguna vez.

Hasta ahora, estoy casi seguro, sin caer en la soberbia, de que cualquier lector puede haberse sentido identificado con aquellos dos breves y sencillos arquetipos que acabo de esbozar. Es ahora cuando la cosa se pone interesante.

Existe un tercer hombre que a menudo es malinterpretado como uno de esos dos arquetipos, o bien por disimular extremismo o bien por parecer demasiado incoherente como para poder llegar a tener un modus propio. Este Tercer Hombre es el Hombre Multifacético o el Polihombre, el hombre capaz de ponerse en el lugar de todos y cada uno de los sujetos que se le presentan, de comprender y refutar a su vez todos los principios de que tiene conocimiento, de estar abierto a cualquier comentario. Este hombre es un hombre que duda en todo momento de si mismo y de todo lo que le rodea; no como el segundo hombre, que hace de la duda una forma de vida y la acepta, sino que este tercer hombre abriga dentro suyo la esperanza de que, en su búsqueda, halle alguna vez la base certera de algo. Que es ese algo, probablemente jamás lo sepa: la esencia de ese algo es la irrefutabilidad, el concepto que en sí mismo es perfecto y que no puede caer en desmedro de ningún otro.
Compréndanlo, para este hombre su mundo es tan voluble como una burbuja, y está rodeado de espinas o agujas ajenos que están dispuestos a perforarla.

Este hombre, el que se puede poner en la piel de cualquier otro, el que entiende (o cree que lo hace) a cualquiera que tenga delante (probablemente el más empático de los tres), es el más polémico y problemático. Mientras que el Primer Hombre tiene su base sentada y el Segundo tiene la suya en la duda, el Polihombre no tiene base alguna. Es quizás en su propia y constante empatía con todos que esté su base, pero por lo general los Polihombres con los que me ha tocado lidiar (los más escasos de las tres clases, he de decir) suelen tener un aspecto ajeno al resto de las personas.

Creo que puedo, en una comparación sencilla, darles una idea de estos tres conceptos algo difíciles de asimilar de los que no me adjudico la autoría, como ningún hombre puede apropiarse del copyright del mar o de los derechos de autor de las estrellas.

Supongamos que tenemos una colosal montaña, que tiene tres estadíos.
El primer hombre está asentado en el primer estadio, el más bajo. El Primer Hombre ve el horizonte y su vista solo alcanza a ver un denso y tupido bosque, por lo que dice "El mundo es un Bosque", y nadie puede refutarle puesto que nadie se atreve a explorar la densidad de la arboleda, ni ver más allá.
El Segundo hombre se atreve a escalar más arriba, y llega al segundo estadío, mirando más allá del horizonte: ve un hermoso río, tan ancho que cubre el horizonte, y dice "El Mundo es un Bosque, sí, pero también existen ríos que lo surcan". El Primer hombre niega la existencia del curso de agua, puesto que no lo ha visto ni tiene manera de saberlo excepto en depositar la confianza en el segundo hombre.
El Tercer Hombre, preguntándose si aún existen más cosas, sube a la montaña y al tercer estadío, y su vista alcanza más allá del río. Y éste hombre ve otro bosque, otra montaña y otro hombre mirándole. Es entonces cuando el tercer hombre dice "El Mundo es un Bosque, y un Río, y otro Bosque y otra Montaña y otros Hombres. Y es también un Espejo. Y es existir todos los días con tus seres queridos, y es no poder entender qué es lo que te dicen tus ojos. El nombre del Mundo es Montaña"

Sé el órden apreciativo que estoy haciendo de los tres hombres al colocarlos sobre una montaña, así que agregaré esto: puede que sea el primer hombre el que esté en el tercer estadío, y viceversa.
Puede que ni siquiera existan tres estadíos diferentes; puede que sea uno solo, pero los tres hombres contemplan distintas cosas.
Puede que los tres hombres sean daltónicos y admiren la misma cosa con distintos ojos.
Puede que los tre shombres sean ciegos.

Hay tantas posibilidades ahí afuera, todavía aguardando ser escritas y formuladas por alguien...

Como siempre, gracias por la lectura

lunes, 9 de marzo de 2009

Prólogo: El Escritor Soñado

Había una vez, un hombre que soñaba consigo mismo.
Aquel hombre soñaba una y otra vez con otro hombre muy parecido a él, con su mismo corte de pelo y sus mismos modales, sus mismas expresiones y con su misma cara. Sin embargo, el soñador sabía que aquel hombre no era él desde el momento en que detectó una cierta mirada, un ligero gesto, una actitud deleznable. Aquel hombre que habitaba en sus sueños era o había sido él, sí, pero ahora no era más que la sombra de algo que el soñador no llegaba a adivinar.
El hombre continuaba soñando con aquel reflejo de si mismo, habitualmente en los mismos escenarios que él pisaba y, casi siempre, en relación a personas y personajes que él conocía. El hombre jamás le había prestado demasiada atención a las manifestaciones oníricas, hasta que uno de esos días tuvo un ensueño; es decir, una suerte de corporización estando aún despierto, estando espectante y totalmente espabilado.
Una vez más, aquel hombre que no era él pero que se esforzaba por parecérsele, se le presentó delante. Nunca lo había tenido tan cerca ni había visto dentro de sus ojos con un detalle tan profundo. Aquel hombre le miró, y en esa mirada se reflejaron varias aristas detestables y despreciables que le dañaron profundamente. No obstante, el soñador (que no era lento ni perezoso, sino hombre analítico y calculador) supo vislumbrar que aquellas cosas que le molestaban al hombre tenían cierta familiaridad.
Quiso saludar al hombre que tenía delante, pero no pudo.
El hombre soñado dijo con una voz que no salía de sus labios algo con un hilo de voz.

"Soy aquello que falta que aceptes de vos mismo", dijo el hombre, "ese lado algo tonto y genial que todo ser humano forjado y crecido reprime y desadmite"

¿Acaso no era aquella misma instancia un cliché?

"Puedes ignorarme cuanto tiempo quieras" prosiguió el sueño parlante, "Pero tarde o temprano hallarás en ti una manera de entenderme, de manifestarme, de invocarme. Y esa manera te resultará tan natural, que terminarás por abrazarme y aceptarme, incorporarme y digerirme tal como soy"

Dicho esto, el sueño terminó como terminan todos los sueños: sorpresiva y naturalmente.
El hombre pensó muchos días en aquel hombre, y sus pensamientos respecto a su enigmático sueño comenzaron a multiplicarse cuando se dio cuenta que ya no soñaba con él. Ese hombre (o sea, la réplica de si mismo) se había ido de su mundo tan rápida y problemáticamente como había entrado. Y sus sueños, que había llegado a transformar en costumbre y detalle necesario para dormir y descansar, eran ahora fruto necesario para calmar la avidez de descanso de su cuerpo. Sus sueños le resultaban insípidos o poco trascendentes; nada comparable a lo que había sentido, percibido o recordado estando junto a su copia.
Aquellos días pasaron llenos de insomnia, malos ratos, ojeras de inactividad y terribles pesares.
Poco a poco, comenzó a leer alguno que otro material respecto a los sueños. Tiempo después descubrió que, a pesar de lo mucho que se había escrito del tema, todos aquellos libros y palabras no brindaban conclusiones, ni echaban luz sobre los oscuros designios de los sueños. Los sueños continuaban siendo entes estáticos e inalterables de la humanidad entera, si... pero ésta era la única conclusión a la que habían llegado alguna vez. La investigación onírica fue, para él, una decepción muy profunda.
Ni hablar de sus intentos por darle una comprensión metafísica al asunto.
El hombre vagó por muchas librerías durante esa época, y poco a poco dejó de esforzarse por comprender su falta de sueño luego de su terriblemente misteriosa corporización de etéreo carácter. El tiempo que consumía entre libros comenzó a consumirlo en la inactividad más fructífera, lo que le resultó una sorpresa bastante agradable: pasearse por diversos lugares, permanecer estático observando alguna que otra cosa, sacar conclusiones de los más insólitos lugares, como un mago saca un conejo de una galera.

Y entonces, un día, comenzó a escribir sus conclusiones.
Las escribió desordenadamente y sin valor alguno, las retrató como pedazos de pensamientos inconclusos, las plasmó como un niño trata de plasmar el concepto de hogar en un rústico y rudimentario dibujo: pues si vamos al caso, ninguno de nosotros puede llegar a colocar con exactitud en nuestro sistema de palabras aquello que no está diseñado para decirse.
Aquel hombre hizo de aquella escritura su torpe terapia.

Más tiempo después, cuando hubo encontrado una relativa tranquilidad entre sus pocos ratos durmiendo y la escritura, la observación y la reflexión, la breve lectura de alguno que otro texto que pasara por sus manos, volvió a tener un ensueño. Y en ese ensueño, aquel otro hombre que le privara del descanso se le presentó nuevamente.

Esta vez no dijo nada, sino que sonrió con una sonrisa sincera y franca, que sin embargo no dejaba de tener algo de pie a algún comentario mudo. Como el soñador no toleraba el silencio, increpó a su ensueño con un tono de voz desesperado, diciéndole:
-¡Maldito seas, cuadro de la desesperación! Gracias a ti he vivido sin poder dormir necesariamente. Soy ahora una figura fantasmagórica de lo que era con anterioridad, un espectro sin reparo cuya única estúpida y estéril fuente de descanso ha sido la escritura breve e inconclusa de alguno que otro retazo de realidad ¡Y todo gracias a ti!-
El hombre volvió a reir sin ningún sonido, y entonces dijo tranquilamente, con aquella voz que no salía de sus labios

"Te dije que encontraría la manera de manifestarme en ti. Esa escritura soy yo, esos momentos de reflexión y esos chispazos de genialidad, esa mirada surreal que le das a todas las cosas... No puedes pretender que lo hiciste todo solo. "

El hombre sucumbio ante si mismo, cayendo de rodillas ante su propio ensueño. Pensó que tendría que seguir escribiendo aquellos esbozos mientras le quedara algo de vida, porque no tendría otra manera aparente de sobrellevar aquella situaciíon que parecía consumir su vida como un inagotable e insaciable parásito.

"No te entristezcas. Estos ensueños que tienes son excelentes para todo. Vive en ellos, retuércelos y búscales una manera de expresarlos. Puedes hacerlo siempre que lo desees. Hazlo mientras puedas y quieras. Hazlo mientras aún se manifiestan delante tuyo"

Y dicho ésto, el ensueño desapareció nuevamente.

Desde entonces, aquel hombre que en un principio era atormentado por la falta de descanso se adaptó a ese nuevo marco natural, y olvidó que alguna vez había dormido sueños reparadores. Toda su vida se transformó en un sueño eterno, y los reflejos que a través de su pluma emitían destellos de fantasía tomaron cuerpo cada vez con mayor intensidad. En efecto, éste hombre, como algunos que todavía existen hoy en día, descubrió que vivir en su propio mundo era doloroso y placentero a la vez; doloroso por el quiebre con el equilibrio natural al que todo hombre suele atenerse, y por haber roto los ídolos de los que había aprendido cuando era joven. Si quieren descubrir el placer que aquel hombre halló, ustedes mismos pueden sentirlo. Seanse fieles a ustedes mismos y vivan sus sueños.
Vivir un sueño no significa evadirse de la realidad, ni escaparse a la fantasía. Vivir un sueño significa amar, creer, querer, obviar, opinar, descreer, reír.

Vivir el sueño que nosotros elegimos depende de nosotros mismos.

¿Estás viviendo tu propio sueño?